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Riesgos
de una dictadura hereditaria en Cuba
Editorial (Libertad
Digital)
Nada nos gustaría más que el anuncio del dictador cubano Fidel Castro de
renunciar a los cargos de jefe de Consejo y comandante en jefe
significara el comienzo de una transición democrática que acabara con el
yugo comunista que padecen los cubanos desde hace medio siglo. Ahora
bien, si no queremos confundir nuestros deseos con la realidad y
atendemos, por el contrario, a los hechos y a los propios términos de la
renuncia de Castro, a lo que se enfrentan los cubanos es al propósito de
perpetuar el régimen comunista, con un Fidel Castro reservándose el
papel de garante de esa liberticida revolución y un hombre de su máxima
confianza como nueva cabeza, visible y saludable, del régimen.
De hecho, esa sucesión de dictadores ha sido característica en
prácticamente todos los regímenes comunistas, y es público y notorio que
los únicos cambios a los que se ha referido Castro son los obligados por
su mal estado de salud. Una cosa es que el dictador reconozca que su
cargo requiere una movilidad y una entrega total que no está en
condiciones físicas de ofrecer, y otra muy distinta renunciar a un
régimen al frente del cual ya ha designado en el pasado a su hermano
Raúl y sobre el que se dispone a seguir ejerciendo una tutela
intelectual como "soldado de las ideas".
A la espera de que el partido único confirme ese nepotismo dictatorial,
la comunidad internacional, lejos de relajar la presión sobre la
dictadura comunista, debe intensificarla prestando ayuda de todo tipo al
heroico movimiento disidente. Difícilmente el mundo libre impedirá que
Castro se salga con la suya si no empieza por ser consciente de cuáles
son los propósitos del dictador con esta falsa renuncia.
Febrero 19, 2008
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