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La Iglesia polaca apoyó
las aspiraciones de libertad.
La entrevista que
Lech Walesa
concedió a (Dagoberto Valdés, Pinar del Río. Cuba) 'Vitral', pero que no
pudo ser publicada en el último número de la revista.
Encuentro en la red. 5 de junio de 2007.
A petición del Instituto
Lech Walesa,
Encuentro en la Red reproduce la entrevista que Dagoberto Valdés le
realizara al mítico ex líder obrero y ex presidente de Polonia. Este
trabajo iba a ser publicado inicialmente, en exclusiva, en el número 78
de la revista pinareña Vitral. Por motivos ajenos a la voluntad de su
autor y entonces director de la publicación, finalmente no fue incluida.
En agosto de 1980 los
ojos del mundo entero se dirigieron a Gdansk, donde la huelga de los
obreros del astillero de Lenin forzó al gobierno comunista polaco a
empezar las negociaciones con los huelguistas. ¿Cómo ocurrió eso? ¿Cuál
fue el origen de la creación de Sindicatos Independientes
Autogestionarios "Solidaridad"?
Como usted sabe, después del año 1939 nosotros caímos bajo la tutela
soviética. De hecho, nunca lo aceptamos, pero como la guerra había
desangrado nuestro país, no tuvimos fuerza suficiente para resistir. En
los años cuarenta y cincuenta luchamos con armas en las manos, y
destrozaron a esa gente. Después intentamos luchar a través de huelgas,
manifestaciones en las calles, tirando piedras. Esto ocurrió en los años
sesenta y setenta. También nos vencieron. Probamos a luchar con los
jóvenes y estudiantes en 1968. También nos destrozaron. Pero así,
aprendiendo de los errores, llegamos a una solución.
No sabíamos nombrarla, pero habíamos aprendido muy bien que cuando nos
organizáramos todos, había posibilidad de vencer al comunismo.
Organizarse era muy difícil, porque la Seguridad del Estado vigilaba
todo y a todos, pero la solución y las ideas ya las teníamos, aunque no
sabíamos cómo organizarlas bien. En este momento, la elección de Karol
Wojtyla como el nuevo papa Juan Pablo II nos ayudó muchísimo.
Me olvidé de mencionar que en todo ese tiempo nos decían que no teníamos
ninguna oportunidad, porque en Polonia había más de 200.000 soldados
soviéticos, alrededor de Polonia más de un millón y que tenían armas
nucleares. Quien tenga dos dedos de frente piensa que no debe
incorporarse a ninguna lucha porque no hay oportunidad. Todos decían:
"Esperemos, a lo mejor un día hay condiciones mejores". Así que no
tuvimos un clima favorable para organizar nada más grande.
En los años setenta y ochenta
preguntamos su opinión a los grandes de este mundo: presidentes,
primeros ministros, incluso a reyes, y le tengo que decir que ni uno
solo de ellos nos daba opción para escapar del sistema en que vivíamos,
ni para cambiarlo. Nadie veía posibilidades. Sólo la guerra atómica como
la salvación para cambiar el estatus quo. Así que todos sentíamos un
estado de debilidad, sin perspectivas y sin ninguna fe en la victoria.
Pocas personas, ni siquiera yo, buscaban alguna solución, algún cambio.
En ese momento recibimos un regalo en forma de Papa polaco, que un año
después de su elección viajó a Polonia. Miles y millones de personas
asistieron a las misas celebradas por Juan Pablo II.
La nación despertaba. Los
pequeños grupos disidentes, sindicatos independientes, organizaciones
ilegales, como el Comité de la Defensa de los Obreros (KOR), fueron
capaces de interpretar ese entusiasmo de la población, y dirigir ese
fenómeno hacia las huelgas, negociaciones, lucha pacífica contra el
régimen y hacia la victoria final. Así nació Solidaridad.
¿Cómo llegaba Solidaridad
a la gente?
Sacando lecciones de los fracasos anteriores. Al principio de la huelga
en el astillero de Gdansk dejamos libre el acceso pleno a periodistas y
corresponsales, sobre todo a los extranjeros acreditados por entonces en
Polonia. Quisimos que ellos participaran en la huelga y que vieran todo
desde el fondo.
Sabíamos, por supuesto, que Occidente simpatizaba con nuestra lucha. Si
nosotros hacíamos algunas cosas mal, ellos lo hacían bien. La propaganda
y la difusión de la información sobre la huelga se dirigieron muy bien.
Esa propaganda hecha para Occidente retornaba a Polonia a través de La
Voz de América, Radio Europa Libre y otras emisoras. Y este fue un
camino. El segundo, fue conformado por varios boletines oficiales y
clandestinos, sindicales y no sindicales. Todos los medios funcionaron y
todo servía a nuestra lucha.
La cuestión del logro de
Solidaridad queda en un segundo plano, porque aquella huelga pronto se
convirtió en una verdadera revolución popular. En este caso no había
planes ni perspectivas. La gente ponía su alma y corazón en el asunto,
había que captarlo y echarle una mano.
¿Cual fue el papel de la
Iglesia Católica y de los laicos en el apoyo a la construcción de la
sociedad civil en Polonia durante la época del comunismo?
Empezó por la cabeza de la Iglesia Católica, que despertó a la nación,
le dio la fe y la nueva esperanza. Nosotros lo aprovechamos, y sucedió
que diez años después, al fin, logramos vencer al comunismo. Podía haber
ocurrido que el Santo Padre y las palabras dichas por él durante su
primera visita a Polonia, en 1979, no hubieran cambiado nada, hubieran
volado, o a lo mejor alguien las hubiera escrito para la memoria de las
futuras generaciones, pero sucedió al revés. Convertimos en carne las
palabras de Juan Pablo II: "El verbo se hizo carne". Todo ese proceso
hay que mirarlo de esta forma. Sin verbo no hubiera habido carne, y sin
carne no hubiera ocurrido la victoria final. En este punto, nada se
puede separar.
Durante todo el período del comunismo en Polonia no puede separarse el
papel de la Iglesia Católica de ciertos acontecimientos históricos. La
Iglesia siempre ha apoyado las aspiraciones de la nación hacia la
libertad. Diciendo Iglesia Católica, me refiero no a los muros de las
iglesias, sino a la jerarquía junto a los laicos y los fieles católicos.
¿La jerarquía les apoyó
también en 1980?
Sí. Esa jerarquía venía del mismo pueblo. En otros países puede ser
traída del extranjero, pero aquí era nuestra. La Iglesia y el pueblo
estaban tan unidos que, de otra forma, no habría sido posible.
El famoso escritor y
reportero polaco Ryszard Kapuscinski, en su reportaje escrito desde el
astillero de Gdansk en el año 1980, escribió sobre la huelga de ustedes:
"Quien trata de reducir el movimiento de la Costa sólo a los asuntos
salariales o al mejoramiento de la situación material, no entendió
absolutamente nada. El motivo principal de la huelga de los obreros fue
la dignidad del ser humano". En cambio, el general Wojciech Jaruzelski,
en la entrevista para Vitral publicada en agosto del año pasado dijo:
"21 puntos proclamados por Solidaridad se resumían así: nosotros
trabajaremos menos y ganaremos más". ¿Está usted de acuerdo con la
opinión del general Jaruzelski?
Los políticos, los revolucionarios, tienen que recordar una cosa: que
igual que los entrenadores deportivos, no pueden comenzar sus
entrenamientos por las mayores cargas. Si lo hacen de esta forma, sólo
van a desanimar a sus entrenados. Por eso las cargas y tareas, igual que
las demandas, hay que ubicarlas en la situación de contexto. Por
supuesto que nosotros, al comenzar la huelga, reclamamos la
reintegración al trabajo de la activista Anna Walentynowicz y el aumento
de los salarios. ¿Qué íbamos a reclamar, sindicatos independientes y el
derrocamiento de la Unión Soviética? ¡Bromas aparte!
Por eso, cuando todo se refuerza, cuando se logran las victorias
pequeñas, entonces hay que incrementar la carga. Añadir un peso pequeño,
grande, y más grande al final. Aquí todo depende de los entrenadores, de
los líderes revolucionarios: si lo hacen bien, de forma gradual, ganan;
si sacan demasiado peso desde el inicio, pierden.
Nosotros sabíamos muy bien que el enemigo era muy difícil, por eso
tratamos de graduar el peso, para poder ganar al final. Entonces, si el
general Jaruzelski dijo que los 21 postulados que proclamamos durante la
huelga tenían un componente salarial fuerte, no estaba mintiendo, sólo
que se refería a la primera fase.
En la primera fase de la huelga las gentes tenían que sentir que
ganarían más. Después, cuando lo hablamos entre nosotros, empezamos a
incrementar el peso de nuestros reclamos. Quisimos hacer esos 21
postulados de tal forma que captaran la atención del mayor número de
personas y, al mismo tiempo, evitar las situaciones y los errores que
cometimos diez años antes, cuando nuestra lista de demandas tenía 2.000
o 1.800 puntos.
Entonces las autoridades nos decían: "compañeros, ya cumplimos 1.500
demandas, sólo quedan 100 que no podemos cumplir". ¿Y qué? Nada, porque
esas 100 que no cumplían eran las más importantes para nosotros. Por
eso, teniendo esa experiencia en la memoria, hicimos todo para reducir
el número de nuestras demandas. Así pudimos vigilar la realización de
las mismas, y a la vez atraer a más gente. Esta es la técnica de la
lucha revolucionaria. Por eso no entiendo por qué el general Jaruzelski
no mencionó la segunda fase de nuestra lucha. ¿Por qué si sólo queríamos
"trabajar menos y ganar más" fuimos más adelante, y al final
contribuimos al derrocamiento de la Unión Soviética?
31 de agosto de 1980. El
acuerdo firmado entre el Comité Inter-Empresarial de Huelga y la
Comisión Gubernamental pone fin a la huelga y permite la creación de
Sindicatos Independientes y Autogestionarios "Solidaridad". ¿Cómo es
que, sólo seis meses después, ustedes contaron con 10 millones de
miembros?
Sucedió porque los 21 postulados del Comité Inter-Empresarial de Huelga
en Gdansk dejaban ver el interés por ellos a los 10 millones de
miembros. Estos diez millones de personas se identificaron con nuestros
postulados y con nuestra lucha. La gente se incorporaban a Solidaridad
porque veía la esperanza y el potencial de satisfacer sus aspiraciones.
Las personas que se incorporaron a nuestros sindicatos podían
clasificarse en personas que veían sólo el interés material, otros que
veían en ello interés político y quienes veían intereses diferentes.
¿Qué significa eso? Que como los entrenadores, los líderes
revolucionarios, encontramos la propia carga de trabajo y la propia
estrategia. Lo planificamos todo de tal forma que nada se derrumbó; al
revés, tuvo la fuerza de atraer masas.
Muy bien, pero, ¿de dónde
salen los entrenadores revolucionarios, como usted les llama?
Aquí las repuestas pueden ser diferentes. Normalmente, en cada grupo, en
cada círculo de personas, después de unos cinco o diez años crecen los
líderes informales. Si trabajas junto a un grupo de personas de forma
natural durante un tiempo, crecen autoridades. Cuando ellos dicen algo,
los demás lo hacen. Cuando ellos se niegan a hacer algo, los demás
también se niegan. Así nacen los líderes informales. En los años
ochenta, los líderes naturales derivaron de las personas que resistían
la dominación comunista, o los que eran más honestos que los demás.
Ellos tenían esa "autoridad no escrita", y nosotros pudimos contar con
esa gente, e incorporarles a nuestra lucha.
El llamado "Carnaval de
la Solidaridad" duró 14 meses. Solidaridad contó con más miembros que el
propio Partido Comunista. El día 13 de diciembre de 1981, el general
Jaruzelski declaró el Estado de guerra, no previsto en la Constitución,
en todo el territorio nacional de Polonia. ¿Por qué las autoridades
violaron el acuerdo firmado en el astillero de Gdansk?
Voy a explicarlo de una forma muy simple. En aquel tiempo, el sistema
comunista trabajó como un mecanismo de ruedas dentadas, donde todas las
ruedas giraban hacia la misma dirección, a la izquierda. Entonces,
Solidaridad añadió a este mecanismo una rueda dentada pequeña, que
giraba hacia otra dirección, a la derecha. Así, la única solución era: o
la rueda pequeña va a destruir todo el mecanismo, o el mecanismo va a
destruir a la rueda pequeña. La Ley Marcial fue un intento de destruir
la rueda pequeña.
Durante la Ley Marcial,
la Seguridad del Estado hizo un gran esfuerzo para desacreditar a los
líderes de Solidaridad, sobre todo a usted. La televisión fabricó un
montón de materiales que "comprobaban" la explicación oficial del
general Jaruzelski, que acusaba a Solidaridad de prepararse para la
confrontación armada con el gobierno. El 13 de diciembre de 1981, usted
fue detenido junto a miles de activistas de solidaridad. ¿Cómo
sobrevivió Solidaridad a la Ley Marcial?
Nosotros tenemos un dicho en Polonia: "tanto va el cántaro al agua, que
al final se quiebra". Igual ocurrió en este caso. En la época de la Ley
Marcial, cuando los comunistas atacaban a un opositor, a un miembro de
Solidaridad en los medios oficiales, la población rechazaba ese ataque y
no creía en la versión del gobierno. Todos sabíamos muy bien que la
televisión y el gobierno mentían.
Asimismo fue mi caso, cuando la Seguridad del Estado y el gobierno
lanzaron la campaña de repudio contra nosotros, acusando a los miembros
de Solidaridad de ser agentes de la CIA, contrarrevolucionarios,
ladrones, etc. Métodos antiguos, propaganda sucia que el gobierno usaba
muy a menudo contra disidentes, opositores, Solidaridad, laicos. En
algunos casos fue efectiva, pues lograron destruir psicológicamente a
algunas personas. Pero hay que recordar también que la propaganda negra
funciona hasta un cierto momento, después se vira contra quien la está
usando, contra quien está manipulando y engañando a la población.
En el año 1983 le
premiaron a usted con el Nobel de la Paz por su lucha pacífica y por la
creación de la primera organización sindical independiente en el bloque
comunista. Esta noticia fue muy buena para toda la gente de Solidaridad.
¿Por qué no viajó usted a Oslo para recibir el premio en persona?
Yo estaba luchando en cada posición. Traté de usar cualquier espacio y
cualquier oportunidad para levantar nuestra lucha y captar la atención
del mundo. Aproveché la oportunidad, y dije que no viajaba a Oslo para
recibir el Premio Nobel porque tenía miedo que el gobierno no me dejara
entrar al país, al regreso. Quizás me hubieran dejado entrar, pero desde
el punto de vista estratégico era mejor para nuestra causa que yo no
fuera, porque de esta forma pude decir y mostrar al mundo la malicia, la
suciedad del sistema.
También sabía muy bien que si el gobierno me hubiera dejado salir y
regresar, todo el proceso no hubiera sido fácil. Ellos siempre buscaron
la oportunidad para humillarnos. Entonces decidí mandar a mi esposa
Danuta a Oslo para asistir a la ceremonia de entrega del Premio Nobel,
porque a ella, siendo la madre de los niños, ama de casa, no le podían
negar el regreso al país.
De esta forma gané, tanto como pude, para Solidaridad y para nuestra
lucha. Perdí sólo el esplendor de la entrega del premio, pero eso no me
importaba en aquel tiempo. Después asistí a otras ceremonias y todo se
compensó y equilibró (Risas).
En el año 1988,
Solidaridad sigue siendo deslegalizada, sin embargo, usted, llamado por
el gobierno "el ciudadano ordinario", recibe la invitación a la reunión
con el general Czeslaw Kiszczak, la segunda persona del gobierno
comunista polaco. ¿De qué habló usted con el general, el ministro de
Asuntos Interiores y el jefe de la Seguridad del Estado?
Francamente, ya no recuerdo. Nunca iba a ninguna reunión solo. Siempre
nuestro acuerdo fue que durante las reuniones con los representantes del
gobierno estuviera presente alguien más, normalmente un sacerdote, como
intermediario. Sabíamos que el gobierno nos trataba de manipular,
engañar, y yo siempre adoptaba una actitud positiva, para ganar
cualquier espacio, cualquier tema, cualquier argumento contra el
gobierno. En las reuniones con los representantes del gobierno, estaba
muy enfocado. La concentración también hace a uno olvidar las cosas más
rápido. ¿En qué me concentré yo en aquel tiempo? Sobre todo en que no me
engañaran, por eso fui a la reunión con el sacerdote…
Usted me pregunta por qué el general Kiszczak quiso hablar conmigo.
Ellos llegaron a la conclusión de que nosotros estábamos debilitados y
marcados por la Ley Marcial. Pensaron que nosotros íbamos a llegar a un
compromiso que les permitiera engancharnos en la órbita del poder, dando
al gobierno una nueva credibilidad y posibilidad de resolver los
problemas económicos del país. Ellos querían dejar a Solidaridad un
pedazo del poder virtual, y después dejar en el gobierno a "los
obedientes" y remover a los "desobedientes". Esta fue la filosofía del
gobierno: enganchar, utilizar y escupir.
En cambio, la mía era la siguiente: dennos un poco de espacio para poder
meter un zapato obrero entre la puerta y el marco, y ya no vais a poder
cerrarla. Sentía que, con el tiempo, íbamos a ganar todo lo posible.
Durante la reunión con el general Kiszczak se acordó que el gobierno y
la oposición democrática se sentaran en la Mesa Redonda y negociaran un
compromiso para el bien común de nuestro país.
Acordé con mis colaboradores que, durante las negociaciones de la Mesa
Redonda, las decisiones finales las tomaría yo. Entonces, mi estrategia
consistió en luchar por los asuntos fundamentales para nosotros, tales
como la legalización de Solidaridad, la libertad de los presos
políticos, el acceso al espacio mediático oficial, permiso para publicar
nuestro periódico, las elecciones al Parlamento. Mientras tanto, hicimos
muchos compromisos con el gobierno en otras esferas. Así logramos llevar
nuestra lucha por la libertad a un nivel más elevado. Esa fue mi
filosofía.
Entonces, ¿la Mesa
Redonda fue sólo una etapa de su estrategia?
¡Exactamente! La Mesa Redonda, hay que decirlo hoy día, fue un
compromiso imperfecto, malo, prácticamente perdido, desde nuestro punto
de vista. Los gobernantes contaban con nuestra falta de experiencia,
pero yo sabía también que, según la máxima vieja "divide et impera", en
el paso siguiente íbamos a ganar mucho más.
¿El paso siguiente fue la
presidencia?
Sí, para poder salvar la idea inicial, para introducir un sistema
democrático verdadero después de la Mesa Redonda, tenía que ser nombrado
presidente. En la Mesa Redonda nosotros aprobamos el compromiso de que
el general Jaruzelski fuese nombrado el primer presidente del país y que
mantuviese el control de los tres ministerios clave: Interior,
Exteriores y Defensa. De esa forma, no pudieron iniciarse los cambios
profundos. Por ello tuve que acelerar, pero no muy fuerte, para que "el
hormigón" del partido comunista no se asustara, y no introdujera el
Estado de guerra una vez más.
Por otro lado, también quise hacer caer al General de la presidencia,
porque a la mayoría de los polacos les parecía inaceptable que él fuera
el primer presidente de la nueva Polonia. Entonces, mucha gente
simplemente lo odiaba.
Como consecuencia directa
de la Mesa Redonda, el 4 de junio de 1989 se produjeron las primeras
elecciones parcialmente libres a la Cámara Baja del Parlamento y
plenamente libres al Senado, después de 45 años de comunismo. Todos los
candidatos de Solidaridad que se presentaron en las elecciones tenían en
sus carteles electorales la foto suya. Todos ganaron los estancos en la
Cámara Baja, y todos, menos uno, entraron al Senado. La derrota
electoral fue un choque para el Partido Comunista. ¿Ese momento se puede
considerar como el fin del comunismo en Polonia?
No. La victoria de Solidaridad y de la oposición democrática en las
elecciones fue un paso hacia el fin del comunismo. La transición
democrática acababa de empezar y la situación todavía era reversible si
no retomábamos la presidencia y los ministerios clave que tenía bajo su
control el general Jaruzelski. ¿Por qué? Porque aquel acuerdo contó con
que nosotros hiciéramos el trabajo peor, más duro e impopular.
Renovemos el sistema con la pintura fresca y la gente empezará a
expresar su descontento diciendo: "mira, hicieron reformas económicas
duras, privatización, y ahora estamos peor que durante el comunismo".
Ellos quisieron hacer con nuestras manos el trabajo doloroso, como las
reformas hacia la economía del mercado libre. Quisieron que la gente
mostrara su descontento y nos echara la culpa por empezar las reformas.
Ellos sabían muy bien que era preciso hacer lo que hicimos nosotros,
pero ya no tuvieron el respaldo de la nación. Sabían también que el
sistema de la economía socialista había fracasado completamente. Así que
su plan fue muy fino.
La toma de la presidencia les desbarató sus proyectos, y les dejó en una
situación muy grave. Aquellas condiciones en el comienzo de la
transición y, sobre todo, el plan de los comunistas, fue muy malicioso.
Tan malicioso, que por poco nos ganan.
En el año 1992 usted fue
nombrado el primer presidente de la República de Polonia elegido en las
elecciones libres. ¿Cómo evalúa el balance de su presidencia?
Todo era muy importante. Participé en la cadena de los asuntos, fui uno
de los actores principales. Si sacamos un eslabón de la cadena, ésta
deja de existir. Me parece que no debo ser yo quien evalúe mi
presidencia, sobre todo por ser persona que controlaba esa cadena. Todos
pueden, menos yo.
Desde el inicio de la
transición en Polonia, todos los miembros del Partido Comunista tenían
plenos derechos para participar en la vida pública. Tadeusz Mazowiecki,
el primer ministro posterior al gobierno comunista, en su primer
discurso ante el Parlamento democrático, afirmó que había que trazar una
línea gruesa entre el pasado y el presente. ¿Fue un error la famosa
política de "línea gruesa"?
En aquel momento no estaba de acuerdo con Mazowiecki, ponía en duda su
decisión. Ahora sé que "la línea gruesa" fue la única solución. Decía:
"Señores, muchos creyeron en el comunismo, muchos se incorporaron al
sistema por su ingenuidad u oportunismo; no importa. Mientras usted no
cometa un crimen, es bienvenido a trabajar por el bienestar de la patria
libre. Si usted fue un criminal, entonces sí que tiene de que
preocuparse".
Eso decía la política de "la línea gruesa". Si nosotros hubiéramos hecho
lo mismo que hicieron los americanos en Irak, si hubiéramos cambiado
todas las estructuras políticas, los militares del Estado, el propio
partido Baas, nunca hubiéramos sido capaces de arreglar la situación. Si
hubiéramos lanzado acusaciones, en un ambiente de revancha
político-histórica, hubiéramos tenido la Guerra Civil y no hubiéramos
logrado nada. Por eso, la "línea gruesa" era imprescindible para
continuar la transformación pacífica. Si alguien no comprende esto, no
va a comprender nada.
Jacek Kuron, un veterano
de la oposición democrática, fundador del Comité de Defensa de los
Obreros (KOR), el autor del lema "no quemen los Comités de Partido,
establezcan los suyos", y que pasó en las cárceles más de nueve años, a
finales de los años noventa, expresó su profunda desilusión al ver la
dirección de la transformación económica de Polonia después de 1989.
Según Kuron, las reformas económicas y la política liberal que se
aplicaron "sin anestesia", excluyeron a demasiadas personas, dejándolas
en la pobreza. ¿Cree usted que se pudieron reducir los costes sociales
de las reformas en aquel tiempo?
No, no lo creo. En los años ochenta muchos miembros del Partido
Comunista, que después ocuparon puestos importantes, se graduaban en las
universidades de la Europa Occidental, e incluso, estadounidenses. Ellos
sabían perfectamente que el sistema socialista tenía deformaciones y
defectos inamovibles, y que el sueño del comunismo se había acabado. A
la vez, les hubiese gustado mantener el poder y hacer las reformas
necesarias, pero no tuvieron el respaldo social.
El comunismo duró en Polonia demasiado tiempo, más de 45 años, y cambió
profundamente nuestra mentalidad. Ahora puede debatirse si todos los
cambios eran negativos o si algunos eran positivos. No sé. De todas
formas, la salida del comunismo fue muy difícil. Recuerden, por favor,
que entonces nosotros dependíamos de la URSS. Existía el CAME, u otras
formas de cooperación entre países socialistas. Cuando empezamos la
transformación y, sobre todo, cuando cayeron la Unión Soviética y el
CAME, nosotros prácticamente perdimos todos nuestros mercados.
Esperábamos que Occidente entrara pronto y llenara el vacío económico,
pero no fue así. Los costos de la transformación económica sí fueron muy
altos.
La verdad es que no estábamos
preparados para la transición, no tuvimos recursos humanos, programas.
Los
comunistas que se convirtieron en socialdemócratas,
saboteaban la transformación. Mirando todo desde este ángulo, hay que
decir que, de todas formas, hicimos un gran trabajo.
Claro que la generación mía pudo no empezar nada en 1980. Hubiéramos
salido del país, emigrado al extranjero, nos habríamos acomodado dentro
del sistema, y habríamos cedido la lucha contra el comunismo a nuestros
hijos y nietos. Sí, lo pudimos hacer. La pregunta es: ¿ellos lo hubieran
hecho mejor sin tener ni idea del capitalismo ni de la democracia, y sin
tener al Santo Padre? En mi opinión, nuestra generación era la última
que pudo de verdad buscar los cambios, salir de ese sistema absurdo, de
forma pacífica, sin violencia y sin sangre. ¿El capitalismo es bueno?
No, ¡no me gusta el capitalismo!, pero no hay un tercer camino. El
comunismo no funcionó ni en un solo país. El capitalismo, a pesar de que
puede tomar la forma de "capitalismo salvaje", sí funcionó en algunos
países. ¿Por qué entonces no puede funcionar en Polonia?
Sin embargo, después de
1989, muchos polacos mostraron su descontento hacia el capitalismo. ¿Fue
la impotencia arraigada muy profundamente en la mentalidad, después de
45 años de comunismo, o la nostalgia por el sistema anterior lo que no
dejó a muchos incorporarse plenamente al capitalismo?
Pues yo también echo de menos el comunismo. Es decir, lo echo de menos
en el sentido de que me gustaría tener 20 años. Desgraciadamente tenía
esa bajo el comunismo. Mucha gente siente nostalgia por volver a la
época de la juventud, cuando bailaba, salían con chicas… Y esto lo echo
de menos yo también. Pero, porque todo eso lo viví en pleno comunismo,
alguien puede interpretar mal y decir que tengo nostalgia del sistema
anterior. ¡No, no la tengo!
Hay que ver también la otra cara de la moneda. La gente se puede dividir
entre los activos y los pasivos. Durante el comunismo, el sistema
cuidaba mucho más a los pasivos, organizándoles vacaciones gratuitas,
tiempo libre, el trabajo…, y ellos sí estaban contentos. El nivel de
vida era muy bajo, pero todos teníamos más o menos lo mismo.
Ahora, cuando entra el maldito capitalismo, el margen de la libertad
económica crece y la gente activa enseguida emprende negocios, mejorando
su nivel de vida. Esto crea divisiones económicas visibles. Las
divisiones también existían en el sistema anterior, pero eran
escondidas. Todo eso causa envidia y repugnancia hacia los que tienen
éxito. La gente piensa de esta forma:
"¿Cómo es posible que hace poco
todos vivíamos en la pobreza compartida, y ahora mi vecino se hace
empresario y se compra una fábrica?". ¡Porque se arriesgó!
Hay que recordar también que nosotros hicimos un salto increíble sin
tener prácticamente ninguna experiencia previa. Transformar el sistema
del comunismo al capitalismo, en un solo año, es una cosa muy grande.
Los primeros años eran muy difíciles, terribles, muchos ganaron dinero
de forma deshonesta. ¿Se pudo hacer de otra forma? No. Partiendo de la
posición de la que partíamos nosotros, no era posible hacerlo todo de
forma ideal. Uno aprende también con sus errores. Es imposible hacer
todo en el primer paso.
Se puede decir que usted
también fue víctima de los costos sociales que trajeron las reformas
económicas. En 1995, usted, la leyenda viva de Solidaridad, pierde las
elecciones presidenciales contra el candidato "socialdemócrata", ex
comunista, Alexander Kwasniewski. Su pérdida electoral, ¿fue el
resultado de un voto de desconfianza de la población, o fue por la
nostalgia del comunismo?
No sé si se puede definir mi pérdida electoral con estos criterios.
Después de mis cinco años como presidente, me sentía bastante seguro
ante las nuevas elecciones presidenciales. No contaba con la posibilidad
de perder. Kwasniewski fue el ministro de Deporte en el último gobierno
comunista antes de 1989. Era un candidato joven, preparado, como muchos
miembros del partido de su generación, pero tachado de oportunista por
su participación en el sistema del poder comunista en su fase de agonía.
Nosotros menospreciamos a los "nuevos socialdemócratas", ex comunistas,
y sus ganas de regresar al poder. Personalmente creo que su presidencia
fue una pérdida para Polonia, una oportunidad no aprovechada. Ahora, la
cuestión de mi pérdida. Sí, perdí las elecciones, es cierto, pero las
perdí ante la democracia. Fue la tremenda lección para todos nosotros,
porque comprobamos que la democracia tiene sus propias reglas, y hasta
un gran líder de la revolución pacífica puede perder contra un
desconocido representante del ancien régime, si cuenta con malos
argumentos.
Perdí ante el sistema
democrático, respeté la decisión de la mayoría y, en consecuencia,
vencí. Claro que pude haberme atrevido a tomar el papel de un jefe, de
un caudillo. Pude haberme atrevido a tener el poder que tiene Castro,
Lenin o Kim Il-Sung. Pude hacer el papel de comandante en jefe. Esto es
muy, muy fácil. El problema es que a ellos les parece que ahora están
ganando, y que yo perdí. No es verdad, ellos perdieron y yo estoy
ganando cada año, porque no perdí la guerra, sino una batalla. Ganó la
democracia.
En 1990, como tercer
extranjero en la historia (después de Lafayette y Winston Churchill),
usted habló en el Congreso de EE.UU. ¿Cuál fue el papel de EE.UU. en el
proceso de apoyo a Solidaridad? ¿Cree usted que el embargo puesto a
Polonia por la administración de Ronald Reagan, después de la Ley
Marcial, aceleró los cambios en Polonia?
Hay que aceptar y tratar de utilizar cada apoyo. Eso no significa que
cada apoyo no tenga sus más y sus menos. Hay que ser flexible y observar
cómo cambia la realidad. El apoyo y reconocimiento internacional que
tuvimos nos ayudó muchísimo, también el apoyo estadounidense. Sin
embargo, no olvidemos que EE.UU. no lo hacía desinteresadamente. Por
ejemplo, en los años ochenta, casi todos los aviones en el aeropuerto de
Varsovia eran soviéticos. Ahora, la mayoría, están hechos en EE.UU.
Mi punto de vista es que los americanos siempre han sabido, y saben
hacer buenos negocios. Los hicieron aquí también. Recordamos el apoyo
estadounidense, lo estimamos, pero a la vez, recordamos que ellos nos
traicionaron y abandonaron en 1945. Recordamos que, por la política de
Roosevelt, caímos en manos de Stalin. Sin embargo, sacamos buena lección
del refrán que dice: "si te
ayudas a ti mismo, los demás también te van a ayudar". Hoy día les
agradezco a los americanos su apoyo y ayuda, pero para mí siempre cuenta
más el interés de mi patria.
Usted está viajando mucho
por todo el mundo dando conferencias, compartiendo su experiencia.
Estuvo también muchas veces en distintos países de América Latina. ¿Qué
opina sobre el giro a la izquierda en Latinoamérica?
La demagogia y el populismo
tienen mucho éxito bajo ciertas circunstancias. El comunismo y todos los
movimientos izquierdistas ponen en sus banderas la lucha contra la
injusticia humana que predomina en muchas partes del mundo. Dicen que
van a resolver los problemas, y que cuando ganen el poder, todo
mejorará. Sin embargo, al ganar el poder político, no resuelven nada.
Me parece que, tanto los
movimientos izquierdistas como el comunismo, tienen dos características:
Les interesa sólo el poder político, no la justicia humana; y al ganar
el poder, les interesa sobre todo cómo mantenerlo. La demagogia, el
populismo, tienen una fuerza muy poderosa; ambos son más operativos y
efectivos en la lucha política. Sin embargo, no pueden ser utilizados
para gobernar un país de modo estable y democrático.
Hay que preguntarse también: ¿qué significa la izquierda hoy día? Creo
que hace falta redefinirla en el siglo XXI. Antes, la definición era muy
clara, con dos ejes de división: falta de fe cristiana ("no creo en
Dios") y la propiedad estatal como el medio de producción predominante.
Volviendo al contexto latinoamericano, me parece que no es la izquierda
la que esta luchando allí, sino la gente perjudicada, humilde, que busca
la justicia social. Al mismo tiempo, esa gente no tienen ni idea lo que
se esconde detrás del término "izquierda", y los demagogos pueden
manipularlos fácilmente.
¿Qué diría usted a los
lectores cubanos de esta entrevista?
Todas las experiencias son
distintas. No existe un modelo de transición universal. Cada país y sus
ciudadanos deben buscar su propio camino. Sin embargo, hay que recordar
que el ser humano tiene la potencialidad para cambiar él mismo y cambiar
su entorno. Tiene poder para librarse del miedo. En este contexto, es
muy importante la educación y responsabilidad cívicas.
¿Qué más diría? ¡Que no pierdan
la fe!, que piensen en las actividades cívicas, que no duden de que a su
patria le espera una gran redefinición y que se incorporen cuando haya
oportunidad para incorporarse.
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