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Cartas
Carta abierta de médico venezolano al embajador
cubano en Venezuela.
August 16, 2005
De Médico a Embajador, Carta abierta escrita por el gran maestro de la
Escuela de Medicina de La Universidad Central de Venezuela, Dr. Rafael
Muci-Mendoza.
De un médico venezolano al embajador cubano.
Excelentísimo señor embajador:
Debería usted bien conocer que es de ética elemental el que un embajador
no se inmiscuya en los asuntos internos del país que le acoge como
huésped.
Sus insolentes declaraciones sobre los médicos venezolanos, recogidas en
la edición de este diario del 18 de febrero retropróximo, me obliga
moralmente a enmendarle.
El "sistema de valores" que usted nos endilga, según el cual 'nuestra
intención al estudiar Medicina es obtener un título y una acción en una
clínica privada', además de insultar nuestra dignidad, con aviesa
intención nos expone al desprecio público y nos desacredita ante
nuestros enfermos; después de todo, somos sus médicos y con sus miserias
todo cuanto poseen.
Usted emplea el procaz lenguaje del Presidente de acá, para dividirnos
en 'oligarcas' y 'proletarios', epítetos éstos dichos para agraviarnos y
que nunca antes nadie utilizó.
Siendo antitípico hablar en primera persona, debo expresarle que, como
muchos de mis colegas y aunque a usted le duela, recibí, EN LIBERTAD,
una excelente formación moral,ética y académica que coloca al paciente
como principio y fin del acto médico, paradigma que he tratado de
inculcar a mis numerosos alumnos. Yo, como tantos, por cerca de 40 años
y por un magro sueldo, he trabajado con tesón la mitad del tiempo en un
hospital público, a costo subsidiado con nuestro ejercicio privado.
Este último lo hemos ejercido como profesión liberal en clínicas
privadas, EN LIBERTAD, con honestidad, mística y orgullo.
Pero además debe usted saber que en lo personal he visitado Cuba en tres
ocasiones. No lo hice por curiosidad o turismo, y le confieso que no
conozco Varadero.
He sido y he continuado siendo un invitado de sus médicos, y respecto a
ellos, nunca hice uso de cuanto vi u oí en su país.
Su irritante intromisión me indica que es tiempo de hacerlo.
En mayo de 1993, cuando su gobierno al fin dio a conocer al mundo la
epidemia que, a pesar de sus adversas consecuencias, había mantenido en
secreto desde 1991 y amenazaba con dejar en la umbra visual a más de 40
mil sufrientes, formé parte de una misión humanitaria que visitó la isla.
En compañía de colegas cubanos y de diversas procedencias, examiné
personas afectadas, ayudé a definir el paciente-tipo y a esclarecer las
causas de lo que se dio en llamar Neuropatía óptica Cubana, y que en
resumen -a despecho de que se haya invocado un factor multifactorial-
fue trasfondo de miseria y hambre.
En cinco ocasiones me reuní con su Comandante para discutir estrategias
diagnósticas de la epidemia, hoy por cierto trocada en endemia.
En una de estas reuniones, y aunque parezca una pretensión el decirlo,
una de mis colegas cubanas dijo públicamente que la neuro-oftalmología
cubana se dividía en dos períodos, antes y después de las visitas
docentes del doctor
Muci.
A pedido de su Señor, hice mi último viaje a Cuba. Les comuniqué todo
cuanto sabía; guiados de mi mano aprendieron nuevas técnicas, mis
diapositivas fueron copiadas, y mis charlas video, grabadas. No pedí
nada a cambio. Mucho me fue ofrecido, pero el olvido es traicionero. Una
simple esquela de agradecimiento me fue regateada.
Regresé con la satisfacción del deber cumplido y un rictus de dolor al
recordar la mirada famélica de mis colegas, trasunto de hambre de
LIBERTAD, hambre biológica, pero también hambre intelectual al carecer
de los instrumentos básicos para adquirir conocimientos: libros y
revistas científicas.
Mientras tanto, Cuba exportaba su revolución con los dineros de un
pueblo miserable. Pude apreciar allí dos clases de médicos. Unos, 'los
olvidados' --a lo peor, distanciados del partido comunista--, que ocupan
los escaños más bajos de la pirámide médica sin esperanzas de ascender.
Ésos no asistieron a mis charlas. En mi universidad asisten a mis
cursos, en LIBERTAD y por libre albedrío, quienes así lo deseen, sean
médicos, estudiantes y aún miembros de otras profesiones.
La otra clase, que llamaré 'la nomenclatura' --los ubicados en el
vértice--, tenían acceso a la escasa tecnología y eran celosos
guardianes de los libros, depositarios del poder que da el conocimiento.
Ésos, privilegiados del sistema, tienen acceso a los banquetes, y viajan
al exterior con dólares olvidando a aquellos pobres colegas que se
quedaron en casa.
La sociedad cubana es una sociedad triste donde se habla calladito para
no ser escuchados por el Estado policial, donde se asciende siendo fiel
y denunciando; en fin, trepando por sobre las cabezas de otros.
La medicina de avanzada que ostentan, está apoyada en una ingeniosa
propaganda, pero en realidad es una triste farfolla. Los delineamientos
de su 'mar de felicidad' han encontrado eco en un gobierno
antinacionalista, formado por una chusma precaria de talentos.
Por ello, con la creatividad castrada y a un coste de 1,3 millones de
dólares diarios, prefieren buscar 'asesorías' y enviar enfermos a la
isla. Su nulidad y estulticia les impide tomar medidas de contingencia
para ayudar a tanto necesitado que clama en nuestros hospitales por la
resolución de sus problemas.
Como usted declara, traer '1.500 profesionales' de sus fábricas de
médicos, es otro inaudito ejemplo de traición a la Patria, de desnudez
neuronal, un intolerable insulto, una incomprensible medida si se toma
en cuenta, por una parte, el desempleo local y, por la otra, el que
apenas son necesarios menos de 59 médicos para llenar las medicaturas
vacantes para las que, estoy seguro, hay voluntarios.
Las erradas políticas de salud no son culpa de los médicos. Son
exclusiva competencia del Estado venezolano.
Hago mío el eco lastimero de mis pacientes y reclamo para ellos el
dinero que injustamente se le regala a ustedes. Esos pobres seres han
visto empeorar sus dolencias a lo largo de cuarenta años de apatía, pero,
a no dudar, ahora se encuentran peor desde que 'el proceso' trata de
rasarnos con ustedes, por lo bajo.
Hay en la isla de Cuba demasiados aspectos que mueven a vergüenza y
dolor,
demasiados como para que usted cínicamente nos censure.
Se puede engañar a alguien una vez, pero no a todos todo el tiempo.
DR. RAFAEL MUCI-MENDOZA
C.I. 1.345.517
rafael@muci.com
Fuente:
www.futurodecuba.org
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