|
|
Artículos
Suecia: Más pobre de lo que se piensa.
Por William L. Anderson*
Uno de los mitos más perdurables del Estado del Bienestar o Tercera Vía
es que una nación puede tener un mayor nivel de vida –incluso si nadie
necesita trabajar- siempre y cuando el Estado transfiera grandes
cantidades de renta de aquellos que están bien a los que están menos
bien. Durante las últimas décadas nos han inundado con nuevas historias,
libros y comentarios públicos cuyo único fin era exhortarnos a ser como
Suecia.
Los suecos, nos han dicho, disfrutan de atención médica gratuita,
generosos beneficios sociales, jornada laboral recortada y subsidios
para casi todo. Cuando uno recuerda que los suecos pagan altísimos
impuestos, la respuesta habitual es: "Eso es cierto, pero mira lo que
reciben a cambio de su contribución"
De acuerdo a un reciente estudio, sin embargo, la verdad no puede
esconderse por más tiempo. En lo relativo a los hogares en los Estados
Unidos, el ingreso familiar en Suecia es considerablemente inferior. De
hecho, concluye el estudio, el ingreso medio en Suecia es menor que el
ingreso medio de un americano de raza negra, que constituye el grupo
socio económico con el ingreso más bajo de todo el país.
La investigación fue hecha por el Instituto Sueco de Comercio, que de
acuerdo con Reuters, "efectuó una comparativa de estadísticas oficiales
tanto suecas como estadounidenses sobre ingresos en los hogares,
producto interior doméstico, consumo privado y gasto en comercio
minorista per cápita entre 1980 y 1999"
El estudio se valió de "precios fijos y paridad del poder de compra" y
encontró que: "El promedio de ingreso doméstico en Suecia a finales de
los noventa era el equivalente a 26.800 dólares, comparado con una media
de 39.400 dólares para los hogares americanos" Además, el estudio
remarca que la productividad sueca ha caído rápidamente en relación con
la productividad capital en los Estados Unidos.
En defensa de los suecos déjenme decir que simples comparaciones de
ingresos pueden ser engañosas. A pesar de que nunca he estado en Suecia
(teniendo incluso familiares allí), pienso que los peores barrios de
Estocolmo y otras ciudades suecas son más vivibles y atractivos que los
que pueden encontrarse en los Estados Unidos. Incluso con impuestos
altos preferiría vivir en el centro de Estocolmo que en el centro de
Detroit o Newark.
Sin embargo, el estudio nos advierte de algo mucho más importante; que
el Estado del Bienestar europeo no está haciendo a los ciudadanos más
ricos. Con el pasar del tiempo las crisis en estos países relativamente
prósperos se están haciendo más largas, y si esa enfermedad no es
cortada, gran parte de Europa se empobrecerá considerablemente en un
futuro no tan lejano. Los europeos, y con más probabilidad los
americanos, parecen destinados a aprender por el camino más duro que los
aparentemente intocables sistemas del bienestar tienen su propio modo de
matar a la gallina de los huevos de oro.
Mientras la gente debate la situación de los suecos en Estocolmo frente
a los negros en Harlem, hay un asunto más importante que la gente parece
olvidar cuando se trata de Estados del Bienestar: y es que ellos mismos
destruyen sus propias raíces. Los abogados del intervencionismo se
concentran sobre la distribución mientras vilipendian la producción. Tal
estado de cosas no puede continuar eternamente mientras los gobiernos
canibalizan su propia estructura de capital conforme pasa el tiempo con
objeto de hacer al sistema funcionar.
Las premisas del Estado del Bienestar son las siguientes: (1) Los
mercados libres, si no están regulados por el Estado, conducen a una
desigualdad creciente ya que la riqueza tiende a concentrarse en manos
de unos pocos mientras más y más gente empobrece; (2) El único modo de
combatir este problema es permitir al Estado tomar una gran porción de
las ganancias de los ricos para redistribuirlas entre el resto de la
población; y (3) Tal redistribución permite a la economía crecer ya que
la concentración de la riqueza significa que solo unos pocos tendrán la
capacidad de adquirir los productos creados en un sistema basado en
mercado privado.
Karl Marx desarrolló esta misma premisa en sus teorías bautizándola como
"contradicción interna" del capitalismo. Sin embargo el aserto contiene
su propia contradicción interna y crea un escenario imposible.
Como ya apuntaron Ludwig von Mises y Murray Rothbard, en una sociedad
basada en el mercado privado los individuos no pueden hacerse ricos a no
ser que produzcan bienes demandados por grandes cantidades de gente. Por
ejemplo, fue Henry Ford quien se hizo millonario fabricando coches, no
los fabricantes de automóviles lujosos que eran accesibles sólo a los
más ricos de la sociedad americana de la época. Ford desarrolló un
método por el que pudo fabricar coches que la mayoría de la gente podía
permitirse, y mantuvo los costos lo suficientemente bajos como para aún
recoger beneficios. Los más exitosos productores de nuestra economía son
aquellos que han hecho bienes accesibles para gente de todos los niveles
sociales.
Wal-Mart es otro ejemplo. Se convirtió en la mayor corporación de este
país, y una de las más exitosas, creando un sistema minorista que
permitió a gran número de personas hacer sus compras cómodamente. De
hecho, Wal-Mart comenzó su andadura hacia el éxito abriendo tiendas
descuento en áreas rurales y pequeñas ciudades que estaban dominadas por
grandes almacenes y empresas como la ahora quebrada Kmart.
Por lo tanto, parece ser que los productores prosperan sólo cuando los
consumidores compran en gran escala lo que los productores producen. La
primera afirmación justifica que el Estado del Bienestar no cuenta con
un mecanismo causal adecuado, por ello no explica como se hace efectiva
esa transferencia de renta de los pobres a los ricos, especialmente
cuando asume que la compra voluntaria de bienes es una transferencia de
renta. Tal afirmación nos devuelve a la antigua teoría del cambio por la
cual el intercambio económico crea beneficiarios mutuos.
Lo que sucede es que las transferencias de renta inhiben el crecimiento
económico, no lo incrementan. Penaliza a los empresarios por obtener el
éxito. Acusando a aquellos creadores de riqueza de ser los destructores
de la misma, los intervencionistas violentan hasta el lenguaje. Cuanta
más gente sea castigada por crear riqueza menos riqueza será creada en
el futuro. Un mayor Estado impide la creación y distribución de riqueza,
lo que significa que aquellos que se sitúan en los márgenes de la
sociedad –es decir, los menos productivos- son los primeros perjudicados.
De este modo el Estado del Bienestar hace a largo plazo a los pobres más
pobres.
La idea de que el Estado del Bienestar ayuda a una economía es también
falsa. Como ya afirmé con anterioridad, el consumo de bienes debe tener
lugar antes de que los productores cosechen los beneficios por crearlos.
Es más, los regímenes del bienestar que atacan a las empresas
confiscando sus beneficios impiden asimismo la futura formación de
capital.
Esto me pareció evidente cuando en 1982 viajé a Centro Europa,
incluyendo el antiguo Berlín Este, capital de la extinta Alemania
comunista. A pesar de que Berlín Este pretendía ser el "París" del
entonces bloque comunista, se me antojó como un inmenso salto atrás en
el tiempo hasta 1948. Toda la ciudad estaba desvencijada, y las nuevas
construcciones tenían la apariencia y el atractivo de un proyecto de
viviendas sociales americanas.
Aunque la porción occidental de Alemania estaba mejor conservada y más
moderna que su homóloga oriental, aún era como viajar a los años sesenta.
Alemania Occidental tenía un muy bien desarrollado Estado del Bienestar
por entonces que había ya oscurecido su primer modelo inspirado en la
libre empresa. Un buen amigo dentista me comentó este particular de
vuelta a casa.
Como cualquier otro servicio médico la odontología en Alemania funciona
conforme a principios socialistas. Lo que significa que los individuos
no pagan directamente por unos cuidados dentales (o médicos) que son
proporcionados por el Estado. Mis amigos, que estuvieron de vacaciones
en Alemania, visitaron un buen número de clínicas dentales y se toparon
con que las instalaciones parecían la de las clínicas americanas de
cuarenta años antes, En otras palabras, los dentistas alemanes son
todavía dependientes de capital antiguo.
Uno de los peores aspectos del socialismo, económicamente hablando, es
que tiene la perversa tendencia de convertir nuevo capital desde el
activo- como sería el caso el caso en una economía de mercado- al pasivo.
Los dentistas alemanes carecen de incentivos para adquirir nuevos
equipos modernos ya que son caros y los pacientes no tienen otro lugar
adonde ir. De hecho, allá donde la medicina socialista se ha aplicado
por largo tiempo uno puede ver rápidamente el deterioro del stock de
capital.
Durante muchos años Suecia, como sus vecinos europeos, han estado
comiéndose sus stocks de capital en lugar de reponerlos. Algunas de las
más ilustres empresas suecas, como Volvo, han sido capaces de mantenerse
bien capitalizadas pero incluso esas mismas compañías están encontrando
más atractivo establecerse en otras naciones, allá donde sus beneficios
no son constantemente confiscados.
Los suecos y otros europeos del norte son un tanto afortunados en tanto
que poseen un nivel de vida relativamente alto. La gente de países del
sur de Europa como Italia o España – donde los altos impuestos y las
agencias reguladoras abundan- se encuentran a si mismos más pobres y sin
esperanzas de una mejora real.
Desafortunadamente muchos europeos (como nuestros vecinos canadienses)
creen que un inmenso aparato estatal les hace moralmente superiores a
naciones que carecen de los mismos beneficios. (Podría apuntarse que los
Estados Unidos poseen una vasta burocracia del bienestar pero que no
ofrece los mismos beneficios generosos y a largo plazo de los estados
europeos) Mientras ellos parlotean sobre su superioridad moral y su
igualitarismo algo está pasando. Son cada vez más y más pobres y el
Estado del Bienestar no puede salvarlos. Sólo puede acelerar su caída.
*William Anderson es economista, "Adjunct scholar" del Instituto Mises.
Enseña economía en la Universidad Estatal de Frostburg, en Maryland (EE.UU.).
Traducido por Fernando Díaz Villanueva.
Fuente: Camagüeyanos por el Mundo
|
|