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¿Dispara Castro su última bala?
Por Victor LLano

Se acercan las elecciones en Estados Unidos y el coma-andante entra en campaña. Este lunes ha vuelto a amenazar a su odiado vecino con una nueva y masiva oleada de balseros. Cada pocas semanas sale del letargo en el que vive y le enseña a George Bush la única bala que le queda en la cartuchera. Pero sólo se la enseña. No la gasta. El gobierno norteamericano ya le ha advertido de que no está dispuesto a consentir que en pocas horas miles de cubanos hambrientos alcancen las costas de Florida. Bush lo entendería como una declaración de guerra y nadie podría reprochárselo. Castro lo sabe. Y aunque es cierto que está más loco que las maracas de Machín, no lo está hasta el extremo de suicidarse. Al menos, todavía. No obstante, todo es posible cuando hablamos de un canalla que no puede ignorar que está muy enfermo y al que las vidas ajenas le importan menos que un centavo de dólar. Son muchos los que, como Huber Matos, creen que ya ha decidido morir matando después de provocar una invasión estadounidense que borre sus crímenes y fracasos. Sin embargo, transcurren los meses y no se decide a bombardear con sus rehenes las playas de Miami.

Tal vez algún día lo haga. Pero ya se demora. Se manifiesta frente a la Oficina de Intereses de Washington en La Habana, amenaza a Bush, insulta al exilio, ladra y miente; pero no se aventura a desencadenar un éxodo masivo. Y es que no sólo teme una respuesta militar estadounidense, sabe también que en el caso de que algún día decidiera pasar de las amenazas a los hechos, es probable que entre otros, su propio hermano, Jefe del Ejército y dueño del sector turístico, lo único que vale algo en Cuba, se lo impidiera. Una cosa es aplaudir sus locuras, y otra muy distinta suicidarse por ellas. Son muchos los intereses que envuelven el futuro de la isla-cárcel. Casi todos los desalmados que pueden representar algo allí parecen conformarse –bien por miedo o por interés- con dejar las cosas como están hasta que muera el coma de los mil desvanecimientos. Todos esperan el último desmayo. Pero en ningún caso estarían dispuestos a inmolarse y perder lo mucho que robaron junto al que fue su Máximo Líder y hoy no es más que un fantasma fanfarrón sólo capaz de torturar a sus rehenes.

Mientras en todas las cancillerías de América se espera con ansiedad el desenlace de un drama que dura ya 45 años, 11.000.000 de cubanos se enfrentan cada día al hambre, a la miseria, a los apagones, y a la falta de medicinas y de transportes. Los jóvenes sólo sueñan con escapar. Los ancianos con morirse antes de verse obligados a ingresar en un hospital al que por llevar tienen que llevar hasta las sábanas y los medicamentos. El 40% de los cubanos recibe algunos dólares de sus familiares en el extranjero. Pocos. Pero les ayuda a sobrevivir y les permite esperar. Sin embargo, los ancianos que no tienen familiares fuera de la isla y que ya se han jubilado, se mueren de hambre. No tienen nada que ofrecer en el mercado del trueque. El único que funciona en Cuba. Y están demasiado viejos para ofrecerse a un extranjero que encuentren en la puerta de un hotel al que por supuesto ellos no pueden entrar. Ya nos lo dijo el Obispo de Santiago cuando le entrevistamos en Libertad Digital. En Cuba sufre todo el pueblo, pero especialmente los ancianos, los enfermos y los cien mil presos que hacinados se pudren verano tras verano en las más de doscientas cárceles. Para todos ellos sería una muy buena noticia que Castro permitiera un éxodo masivo. Entonces sí que estaríamos en el principio del fin. Lástima que el Monstruo de Birán sea sólo un cobarde fanfarrón y quiera morirse en la cama. En cualquier caso, esperemos nosotros también. Con Esteban Dido nunca se sabe.

Fuente: La Nueva Cuba