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Artículos
La trampa de la prosperidad compartida
Por Tibor R. Machan
El concepto de sociedad libre es difícil de vender cuando tantos aspiran
a vivir del trabajo de los demás.
Tibor R. Machan
Cuando tenía doce años, mi maestro en Hungría nos describió el paraíso
comunista pronosticado por Karl Marx: "De cada cual según su capacidad,
a cada cual según sus necesidades". Aunque estaba acostumbrado a oír la
propaganda marxista en mi colegio, ese día cometí el error de levantar
la mano y preguntarle al maestro: "Si mi amigo y yo comenzamos la semana
con la misma cantidad de dinero, pero él con eso compra madera y fabrica
una mesa, mientras que yo me gasto todo mi dinero en cerveza, ¿deberá él
compartir conmigo lo que gane al vender la mesa?" El maestro me regañó y
fui transferido a una escuela para quienes nunca podrían ir a la
universidad.
Recientemente recordé esa experiencia al leer la columna de Hillary
Clinton en el Wall Street Journal titulada Mi plan para compartir la
prosperidad. No deja ninguna duda sobre su intención de realizar una
masiva redistribución de la riqueza en este país, al decirnos: "en pocas
palabras, éxito significa una economía que comparte su prosperidad con
todos".
Una economía verdaderamente libre permite que los de abajo trabajen duro
para escalar posiciones y mejorar su nivel de vida, pero no ofrece
ninguna garantía de que lo lograrán. Eso es así porque el dinero que uno
se gana depende de si los demás quieren pagar por nuestros productos y
servicios. En un país libre, nadie obliga a otro a comprar lo que
alguien quiere vender. Todo funciona voluntariamente y el resultado es
una desigual distribución de la riqueza. También existe el problema de
que algunos simplemente no quieren trabajar mucho.
Sin embargo, cuando comparamos la historia económica de sociedades
libres con la de sociedades con economías planificadas por burócratas y
políticos, constatamos que a mayor libertad mayor prosperidad y mejor
calidad de vida. Además, la oportunidad de esforzarnos para mejorar
nuestro nivel de vida no es destruida por el Gobierno, razón por la que
hay mucha más variedad y movilidad. La verdad es que tanto la libertad
como el bienestar desaparecen cuando se nos obliga por la fuerza a
compartir el producto de nuestro trabajo.
Está muy claro que la señora Clinton no comprende que no es la economía
sino las personas las que prosperan o quienes son obligadas a compartir
sus recursos con otros. Pero es que el concepto de sociedad libre es
difícil de vender cuando tantos aspiran a vivir del trabajo de los demás.
Quizás Hillary Clinton debería leer la fábula de George Orwell Rebelión
en la granja para comprender lo que sucede cuando un país antepone la
igualdad a la libertad de los ciudadanos.
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