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Artículos
La trampa.
Por Adolfo Rivero Caro
Quisiera comentar las discusiones que ha habido, tanto en la isla como
en el exilio, en torno a las medidas adoptadas por el gobierno del
presidente Bush. Es obvio que Castro se siente gravemente afectado por
ellas. Sin duda, ha movilizado a todas sus fuerzas dentro del exilio
para luchar contra las mismas. ¿Quiero decir con esto que todos los que
se oponen a las medidas del presidente Bush son castristas? Eso sería
una idiotez. Por supuesto que no. Ahora bien, ¿que los castristas están
de fiesta ante la reacción de un cierto sector del exilio cubano? ¿Que
sueñan con dividir el voto cubanoamericano en las próximas elecciones y
derrotar al odiado Bush? Por supuesto que sí. Es el objetivo fundamental
de las izquierdas en el mundo entero. Y a mí me preocuparía coincidir
con Charles Rangel, Joe Serrano y el resto de los liberales americanos.
Después de todo, si por ellos fuera, la Unión Soviética hubiera ganado
la guerra fría.
Reflexionemos. El lamentable espectáculo del pasado martes en el
aeropuerto sería una reacción normal entre los inmigrantes de casi todo
el mundo. ¿Por qué limitar los viajes de los haitianos a su país de
origen? ¿Por qué limitar las remesas que salvadoreños, guatemaltecos o
mexicanos envían a sus respectivos países? Todos comprenderíamos su
irritación si se vieran afectados por medidas similares a las que el
gobierno americano ha tomado en relación con Cuba. ¿Por qué impedirles a
los cubanos lo que no se les impide a los demás? ¿Por qué discriminarlos
así?
Bueno, justamente ésa es la cuestión. Los representantes políticos de la
comunidad cubanoamericana siempre han luchado por la causa de la
excepcionalidad cubana. Han repetido, una y otra vez, que la inmigración
cubana es esencialmente política, no económica. Que los cubanos emigran
en busca de libertad y no simplemente de mejores condiciones económicas.
De ahí la ley de ajuste cubano, de ahí las 20,000 visas anuales, de ahí
el embargo comercial contra esa dictadura que hace insufrible la vida de
su pueblo.
La gran prensa liberal americana siempre ha querido minimizar las ansias
de libertad del pueblo cubano. Hasta muy recientemente, nunca quiso
aceptar que la famosa revolución cubana había demostrado ser una vulgar
y corrupta tiranía. De aquí que pretendieran reducir la emigración
cubana a un simple fenómeno económico, similar al de todos los países
subdesarrollados. De aquí que siempre haya protestado contra la
excepcionalidad cubana. No veían ninguna diferencia entre la emigración
mexicana o salvadoreña y la cubana. Querían ignorar que Cuba era la
única dictadura totalitaria en el hemisferio occidental y una de las
pocas que quedaban en el mundo. A sus ojos, los cubanos simplemente
habían conquistado una serie de privilegios debido a su capacidad de
cabildeo político. Y si los cubanos se veían obligados a emigrar por
razones económicas no se debía a la miseria artificialmente inducida por
el socialismo, sino a la generada por el embargo comercial americano. El
culpable siempre tiene que ser Estados Unidos.
Sin embargo, hay que admitir que el exilio cubano está cambiando. Desde
hace años, la mayoría de los inmigrantes cubanos son inmigrantes
económicos. Y, para la gran mayoría de los mismos, su principal
preocupación es ayudar a sus familias y regresar periódicamente a su
país de origen. Entre otras cosas, para poder disfrutar de su nuevo y
superior status económico-social. En fin de cuentas, todos hemos soñado
con ser millonarios. Y trabajando en una fábrica de Hialeah se puede ser
millonario en Cuba. Esa nunca ha sido la concepción dominante dentro del
llamado exilio histórico. La mayoría nunca ha querido regresar a un país
oprimido por una dictadura. Uno tras otro, viejos exiliados han muerto
sin poder volver a ver la tierra que los vio nacer. No quisieron
regresar a su país hasta que éste no fuera libre.
No discuto el derecho de nadie a pensar y actuar de otra forma. No
discuto el derecho de nadie a desinteresarse de la política. Ahora bien,
nosotros conseguimos, entre otras cosas, la ley de ajuste cubano y las
20,000 visas anuales como una forma de ayuda del gobierno americano a
los cubanos que luchaban por su libertad y contra el totalitarismo
comunista. Si el hecho fundamental para los cubanos exiliados es la
ayuda a la familia en la isla y el poder visitar a su país de origen,
entonces no hay excepcionalidad cubana, ni razón alguna ni para la ley
de ajuste cubano, ni para las 20,000 visas anuales, ni para un
tratamiento distinto al que reciben nuestros amigos haitianos. ¿Con qué
moral exigirla de otra forma?
¿Estamos en una guerra fría con la dictadura cubana o no? ¿Qué le
pedimos a EEUU, que nos ayude a derrocarla o que nos ayude a convivir
con ella? Fidel Castro le tiene terror al gobierno de Bush. Fue el
primero en calificarlo de fascista. Pero está asustado. Entre otras
cosas, porque estas medidas amenazan con desenmascarar sus gigantescas
operaciones de lavado de dinero, como ha señalado tan agudamente Ernesto
Betancourt. En relación con este problema se está desarrollando una
importante investigación en el Congreso de EEUU. Castro está más aislado
y más débil que nunca. Es por eso que está empezando a liberar a los
opositores presos. Pese a que ellos rehúsan exiliarse, mantienen una
actitud de frontal desafío y hablan de la caída del régimen. Esto no es
el producto de ningún relajamiento de las tensiones, sino de la política
de confrontación del gobierno de Bush. Es la gran lección de Ronald
Reagan. Y vamos a ver debilitarse a la dictadura mucho más.
Particularmente, cuando Radio y TV Martí puedan llegar a una parte mucho
mayor del pueblo cubano. Estamos en vísperas de grandes cambios.
Castro quiere desviar la atención de esa realidad. Es una trampa. No hay
que hacerle caso. Que los inmigrantes económicos protesten contra las
medidas. Ese es su derecho. Si lo consiguen, se acabará la
excepcionalidad cubana. Y que los tontos útiles nos acusen de fascistas.
Que griten que el presidente Bush, que ha liberado a 50 millones de
afganos e iraquíes, es un nuevo Hitler. Que sueñen con el triunfo del
apaciguamiento. Nosotros también tenemos el derecho de apoyar las
medidas, y somos la mayoría. Castro está en las últimas. Veremos quién
tiene la razón
Fuente:
Netforcuba
International
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