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Un juicio imprudentemente apresurado en Caracas
Por Mary Anastasia O’Grady

The Wall Street Journal
Versión: Violeta Linares


Cuando Jimmy Carter visitó Cuba en 2002, Fidel disfrutó la ocasión de ser fotografiado con un ex presidente de Estados Unidos. Carter parecía pensar que estaba “comprometiendo” heroicamente al déspota cubano. Pero en el documental Disidente, el celuloide capta algo que la mayoría de los estadounidenses no vio: Castro sonreía sarcásticamente mientras que Carter dictaba una conferencia sobre democracia ante el politburó cubano.

Esto fue un presagio de lo que sucedería cuando la fanfarria mediática terminó y el premio Nobel partió a casa: los disidentes a quienes fue a “ayudar” hoy languidecen en celdas de castigo que recuerdan las del Gulag soviético.

Esta semana recordé cómo Castro utilizó hábilmente a Carter cuando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tomó una página del libro de estrategias de su tutor cubano.

El lunes pasado, el Centro Carter, junto con la cabeza de la monumentalmente insensata Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, avalaron el anuncio de la victoria de Chávez en el referéndum revocatorio, muy apresuradamente según parece ahora.

El problema radicó en que los “observadores” en realidad no habían observado los resultados de la elección. A los señores Carter y Gaviria sólo se les permitió hacer un “conteo rápido”, es decir, ver las hojas de los resultados totales generados por una muestra de máquinas de votación. No se les permitió cotejar estos resultados contra las boletas generadas por las máquinas para confirmarle al elector que su voto había sido adecuadamente registrado.

Si hubo fraude, como muchos venezolanos ahora suponen, podía haberse descubierto si las boletas no coincidieran con los totales generados por las computadoras.

Los totales por sí solos eran inútiles.

El problema estaba muy claro para el día martes, pero no impidió que el vocero del Departamento de Estado, Adam Ereli, se manifestara al respecto: “Los venezolanos han hablado”, proclamó el funcionario.

Carter se maravillaba del volumen de electores el domingo. Los venezolanos, quienes habían estado votando en una proporción de dos a uno contra Chávez, de acuerdo con las encuestas de opinión, esperaban en colas absurdamente largas para consignar más votos significativos en las máquinas electrónicas.

¿Pero las máquinas realmente registraron el voto tal como apareció en la papeleta?

De acuerdo con los expertos, es relativamente sencillo vulnerar con códigos de encriptamiento las máquinas de votación electrónicas.

John Lott, académico residente del American Enterprise Institute, señala: “Se puede escribir fácilmente un programa que le diga a la máquina de votación que guarde en su memoria algo diferente a lo que está impreso en la boleta que se deposita en la urna”.

Depender exclusivamente de las hojas de totalización, tal como lo hicieron Gaviria y Carter, es abdicar a la enorme responsabilidad que un observador acepta cuando supervisa una elección.

Un venezolano, ex alto comisionado de derecho humanos ante las Naciones Unidas, escribió sobre sus sospechas en el International Herald Tribune ayer (justo al lado de un editorial a favor de Chávez de The New York Times, por cierto).

Enrique Horst citó como causa de su preocupación el hecho de que “las papeletas generadas por las nuevas máquinas no se sumaron ni compararon con los números que produjeron al final de la jornada de votación, tal como lo había sugerido el fabricante de esos equipos”.

Una encuesta a boca de urna realizada por la prominente compañía estadounidense Penn, Schoen & Berland Associates, reveló que 59% de los votantes se oponía a Chávez y sólo 41% se manifestaban a su favor (los señores Penn y Schoen trabajaron para Bill Clinton en su reelección en 1996). Raj Kumar, uno de los directores de la encuestadora, me comunicó ayer que la compañía ha retrocedido para tratar de explicar la diferencia de 34 puntos entre la encuesta PSB y los resultados anunciados por el Gobierno. “Aunque hay ciertos sesgos que pueden repercutir en cualquier encuesta de este tipo, no vemos ningún factor que pudiera dar cuenta de una diferencia tan significativa”, explicó Kumar.

A las 3:00 de la madrugada del lunes, dos miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE), quienes se opone en términos políticos a Chávez, anunciaron que habían sido expulsados del proceso de auditoría y advirtieron al público que el protocolo establecido fue violado.

Aproximadamente 50 minutos después, el miembro pro Chávez del CNE Francisco Carrasquero proclamó en solitario la victoria del presidente.

Hay muchas interrogantes. Ter Horst cita un ejemplo: “En el pueblo de Valle de la Pascua, donde las papeletas se contaron por iniciativa de quienes dirigían los centros de votación, el sufragio Sí había sido reducido en más de 75%, y todo el material de votación fue confiscado por la Guardia Nacional poco después de que se estableciera esta diferencia”. Con los votos Sí podía decidirse la revocatoria de Chávez.

Un indicio de que se le puso un “techo” a los votos Sí al manipular el software puede observarse en el descubrimiento de tres máquinas, cada una con el mismo número de votos Sí registrados, 133, y muchos más sufragios No. La oposición asegura que ya tiene pruebas de que este tipo de cosas ocurrió en 500 centros de votación. Una vez más, si los observadores del Centro Carter y la OEA hubiesen exigido un proceso de auditoría abierto, en lugar de respaldar ciegamente las aseveraciones del Gobierno, la trampa se habría descubierto.

Pero Chávez se rehusó a realizar auditorías abiertas y los observadores lo siguieron en esto.

En el desesperado intento por desviar la atención de la negligencia de los observadores, pocos han sido tan ardientes como César Gaviria, agitándose en las aguas que él mismo ayudó a empantanar.

Gaviria no tiene idea de si hubo fraude, porque nunca realizó una auditoría. Por ello, ahora saca a colación la idea de que todo el problema radica en que la encuesta a boca de urna de PSB fue defectuosa.

Sí, claro.

En estos momentos, el CNE está realizando una auditoría mínima con Carter y la OEA. Pero la oposición se ha rehusado sabiamente a participar, al argumentar que las cajas con las papeletas y las máquinas han estado bajo el control de Chávez desde el domingo y, sobre la base de lo que ya se sabe, no es posible descartar otras manipulaciones.

Aunque hasta ahora no ha habido un acuerdo sobre cómo realizar una auditoría justa.

Chávez ya ha declarado que su “victoria” es irreversible. Como para enfatizar este punto, el martes una banda de chavistas abrió fuego sobre un grupo de personas que protestaba por el fraude del referéndum. Una mujer perdió la vida y otras personas resultaron heridas.

Se especula que Carter y Gaviria pusieron un velo sobre un enorme engaño, sobre la base del argumento de que esto evitaría nuevos hechos de violencia. Pero los estadounidenses tienen el derecho a aspirar a un enfoque más severo por parte del gobierno de Bush. El aval que ha dado la Casa Blanca a los resultados del referéndum sin que haya habido una auditoría justa es una lamentable traición no sólo contra el pueblo venezolano, sino también contra los ideales estadounidenses.

Esto equivale a ceder ante el terrorismo. Ante la supina reacción de Washington, Chávez no vacilará en intensificar sus esfuerzos por restaurar el autoritarismo en el continente suramericano.


Fuente: www.neoliberalismo.com