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Percepción y realidad
Por Nicolas Pérez

La historia se escribe definitivamente cuando el tiempo con su calma chicha escoge cuál de las diferentes percepciones de una época es la correcta.

Mi percepción de la revolución cubana es que fue un movimiento social con razones históricas para desarrollarse y que echó a andar dentro de la camisa de fuerza de la ideología equivocada y resbaló con una cáscara de ineficiencia y autoritarismo: paredón de fusilamiento y cárcel, libreta de racionamiento, exilio y separación familiar, en nombre de un internacionalismo proletario abstracto con sangre antillana derramada en cinco continentes, con la seguidilla de logros sociales y esconómicos de bijirita famélica. Pero una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero. Hay otra percepción bien diferente de la Cuba revolucionaria en estos tiempos. Para los Pérez Roque y comparsa es una gesta libertadora que tiene tras sí las masas irredentas de América Latina y ha tenido el coraje de humillar al poderoso Tío Sam.

Hoy uno analiza desapasionadamente el caso Cuba y concluye que una vez desaparecido Fidel Castro, con el poder en manos de un casi octogenario y enfermo Raúl, no habrá para los cachorros del castrismo una segunda oportunidad porque la cubana es la revolución de un solo hombre, sin ideas ni estructuras, que se mece entre el miedo por lo que pasó ayer y la incertidumbre por lo que pueda pasar mañana.

Con esto podríamos concluir que a nuestra generación le tocó el turno al bate. Pero esto puede ser un espejismo, nos pueden sonar tres strikes seguidos y dejarnos con la carabina al hombro. Porque el poder no se entrega de mansa paloma. Y los anticastristas somos demasiado emotivos y ahí está el caso Elián, la impresentable Vigilia Mambisa, nuestro amor irreflexivo por el Partido Republicano y eso de pedirle a Washington a gritos que nos prohíba visitar libremente la isla donde nacimos. Mientras los comunistas siempre conservan su sangre fría. Ellos planifican en base a largas estrategias y nosotros a cortas tácticas. Trabajamos a la luz del sol y ellos a la sombra.

En el año 1959, tiempo después se hizo público, quien gobernaba en Cuba no era el gabinete de Manuel Urrutia Lleó, sino un gobierno paralelo que sesionaba creo que en la playa de Cojímar. No tengo dudas de que hay un grupo que se reúne en algún lugar de la isla periódicamente, en el más absoluto secreto, con dos objetivos: no perder el poder cuando desaparezcan Fidel y Raúl, y si lo pierden, hacer de Cuba un país ingobernable que dejaría convertido en un juego de niños la piñata de los sandinistas cuando los desalojaron del poder en Nicaragua.

Tengo información que a escogidos cuadros revolucionarios, y esto viene sucediendo hace tiempo, se les separa del Ministerio del Interior o del ejército, se les da techo en Miramar y un Lada y se les nombra representantes en Cuba de compañías extranjeras, creando cuadros futuros con todas las características del burócrata sin nexos gubernamentales, sembrado en diferentes lugares y niveles, para cuando llegue la hora cero defender el poder, incluso si no hay otra opción, a través de elecciones libres.

También es tiempo de observar con suspicacia cualquier hoja que se mueva. Ha aparecido en lontananza el cadáver insepulto de Roberto Robaina bajo ese barniz de dignidad con que se procesa mentalmente a los pintores. Y me digo, ¿puede pensar una facción del gobierno cubano que alguien con pajama puesta y tronado, defendiendo por aquí y por allá los crímenes de La Habana mientras da brochazos en un lienzo, es más potable para discutir el futuro de Cuba con sus enemigos, que cuando pertenecía al búnker?

En el exterior tampoco a los castristas se les mueren los cochinos en la barriga. Mientras nosotros en Miami solidificamos viejas estructuras mentales adornados con la digna patena del tiempo censurando libros, piqueteando artistas por vestir una camisa con el rostro del Che, y echándoles bola negra a canciones de autores de la Isla, mientras volamos puentes los castristas los tienden y se reinventan. Específicamente el embajador de Cuba en República Dominicana, Juan Astiasarán Ceballos, quizás como globo de ensayo, ha dado según el Listín Diario digital del lunes 28 de mayo del 2007 una recepción en su sede diplomática en un gesto de unidad entre funcionarios diplomáticos y exiliados cubanos ''sin distinguir la ideología ni las posiciones políticas de cada uno y buscando el entendimiento, la información y la ampliación de relaciones''.

En política lo sutil tiene más importancia que lo evidente. El castrismo mueve fichas y nosotros, como pescado en tarima, con los ojos abiertos y sin ver nada.

Fuente: El Nuevo Herald
13 de junio del 2007