|
|
Artículos
El obispo que fue espía
Por Nilda Navarrete
¿Sufrirá la Iglesia polaca un colapso de
autoridad tras el escándalo del arzobispo de Varsovia? ¿Beneficia esta 'revisión'
el proceso democrático del país?
El escándalo desatado en Polonia tras la renuncia del arzobispo de
Varsovia, Stanislaw Wielgus (67 años), al demostrarse que fue
colaborador de la policía política comunista, mantiene divididos a los
ciudadanos y está haciendo estragos en la vida pública de un país con
profundas raíces católicas.
Prestigiosos analistas y ex disidentes polacos describen los hechos como
"un nuevo capítulo de la interminable caza de ex agentes, supuestos o
auténticos, que persiguen los frustrados e incapaces gobernantes de la
nueva derecha, a 17 años de la caída del comunismo".
Maciej Stasinski, periodista del prestigioso diario Gazeta Wyborcza,
afirmó a Encuentro en la Red que el caso es un duro golpe para la
Iglesia Católica polaca y un triunfo de la derecha nacionalista, que "pretende
ordenar la vida política polaca con los incompletos y no siempre
creíbles archivos de la ex policía comunista".
La prensa polaca ha acusado a los gemelos Jaroslaw y Lech Kaczynski,
presidente y primer ministro de Polonia, respectivamente, de aplicar "un
celo inquisitorial" en la revisión de los 16 años de transición
democrática, una etapa que la mayoría de los polacos consideraba
superada.
En momentos en que el país debe tener concentradas sus fuerzas en
consolidar sus posiciones dentro de la Unión Europea y alcanzar los
estándares económicos europeos, estas persecuciones de personas que
tuvieron algún tipo de colaboración, sea voluntaria, forzada, real o
ficticia, con la antigua policía política, es contraproducente y no
significa ninguna ganancia para el país, agregan estas fuentes.
Dramática renuncia
El obispo Wielgus fue consagrado arzobispo de Varsovia con el
beneplácito de la Santa Sede, el sábado 6 de enero. Pero al día
siguiente, a escasas horas de ser públicamente investido de su cargo en
la Catedral de la capital polaca, renunció a este.
Con lágrimas en los ojos, admitió que había colaborado con la policía
política comunista, aunque recalcó: "nunca hice mal a nadie". Según su
versión, aceptó colaborar, presionado y acosado por agentes del régimen.
El papa Benedicto XVI, quien le había nombrado hacía un mes, y apoyado y
defendido hasta el día anterior, aceptó su renuncia con no poco embarazo,
después de que el obispo admitió haber colaborado con el régimen
comunista. Sin embargo, el año pasado, durante una visita a Polonia, el
Papa se había declarado contra "la manera arrogante de juzgar a personas
que vivieron en el pasado bajo circunstancias extremadamente difíciles".
Después de la renuncia de Wielgus, el cardenal Josef Glemp, primado de
Polonia, lanzó una homilía y opinó: "Si vamos a enjuiciar al obispo,
habría que hacer un juicio justo donde existan tribunales y el acusado
pueda defenderse, y no basarnos solamente en papeles que pudieron
lograrse en base a chantaje, intimidación y acoso".
Se refería al expediente que fue filtrado a la prensa, en diciembre
pasado, por el Instituto de Memoria Nacional, el cual, según el primado,
"no debe ser considerado oráculo y única fuente de la verdad".
A partir de este momento, la opinión pública polaca se ha dividido.
Multitud de feligreses se han manifestado contra los grupos
ultranacionalistas, mientras la reacción de los políticos y líderes de
estos grupos, que comparten el poder, aplaudieron la renuncia del obispo.
Fuentes no oficiales dijeron a la prensa polaca que la Iglesia y el
gobierno coinciden en que la renuncia de Wielgus se produjo en respuesta
al pedido de la Santa Sede, que fue sometida a "inusitadas presiones"
por la cúpula gobernante polaca.
Por su parte, el Vaticano declaró posteriormente que la renuncia del
obispo polaco había sido "acertada", ya que su conducta "había
comprometido el prestigio de la Iglesia"; pero atribuyó el escándalo a "una
oleada de ataques contra la Iglesia Católica de parte de los antiguos
represores y enemigos de la fe".
Las pruebas
No obstante, dos comisiones diferentes habían llegado al mismo veredicto:
sin dudas, el obispo Stanislaw Wielgus había cooperado voluntariamente y
a conciencia con la policía política comunista, hechos que el prelado
había negado hasta el viernes 5 de enero.
El Instituto de la Memoria Nacional puso en internet un facsímil del
expediente de Wielgus, donde consta que su "trabajo" para los servicios
secretos se prolongó durante 20 años, cinco de ellos en los servicios de
inteligencia.
El Instituto, que investiga los crímenes de la era nazi y la comunista
en Polonia, afirma que entre el 10 y el 15% de los sacerdotes católicos
colaboraron de alguna manera con el régimen comunista, aunque admite que
muchos lo hicieron bajo acoso y amenaza. También dice que la Iglesia
Católica polaca siempre gozó de un prestigio excepcional en el país y
mantuvo, bajo el comunismo, la vigilancia sobre la integridad moral y la
tradición nacional.
El diario Rzeczposlita (pro gubernamental) publicó la semana pasada que
"el nuevo arzobispo de Varsovia fue un colaborador secreto y consciente
de la policía comunista durante más de 20 años, y los documentos lo
confirman".
Según su expediente, el sacerdote fue reclutado por la SB (policía
política comunista) en 1967, cuando era estudiante de Filosofía de la
Universidad de Lublin. Existen documentos firmados por Wielgus, en 1978,
donde acepta la colaboración. Ya entonces era profesor de esa
universidad católica polaca. También consta que recibió "entrenamiento
especial" para realizar su trabajo de agente.
La Iglesia Católica polaca
La prensa internacional coincide en que en un país donde la Iglesia
desempeña un papel muy importante, este escándalo tendrá profunda huella
en la sociedad. La propia Iglesia había iniciado investigaciones para
identificar a los colaboradores con el régimen comunista en el pasado.
Fue una iniciativa del arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz (ex
secretario personal del Papa Juan Pablo II), quien declaró: "en la era
comunista la Iglesia sufrió persecuciones, muchas de ellas sangrientas y
brutales". Y recuerda el papel de la Iglesia en la caída del régimen.
"El asunto debe ser investigado, no podemos temer a la verdad", dijo por
su parte el padre Robert Necek, portavoz de la Iglesia en Cracovia, en
relación con la investigación que se realiza para identificar a los
colaboradores con la policía comunista.
En la actualidad, el 90% de los habitantes de este país se declaran
católicos y los polacos que acuden a misa cada domingo son la mitad de
la población, el nivel más alto de Europa occidental (aunque en las
grandes ciudades el índice baja hasta un 30%).
Sin embargo, la juventud se muestra menos entusiasta con las reglas
católicas.
Por ejemplo, dos terceras partes de los jóvenes están de acuerdo con
tener sexo antes del matrimonio y sólo una cuarta parte acepta la
contracepción como un pecado. Aunque en lo que respecta a la actitud
cultural y de identidad, los rituales católicos siguen siendo
predominantes en todas las edades de la población.
La jerarquía católica polaca se pregunta ahora si la Iglesia sufrirá un
colapso de autoridad después de este escándalo, y si este proceso
beneficia realmente el proceso democrático que vive el país.
Praga, miércoles 10 de enero de
2007
Fuente: www.cubaencuentro.com
|
|