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Artículos
ETA y sus cómplices.
Por Carlos Alberto Montaner.
Casi doscientos muertos y mil quinientos heridos ha sido el saldo de los
actos terroristas ocurridos en Madrid el 11 de marzo. La espantosa
masacre tiene todas las características de los atentados de ETA. El tipo
de explosivo y la forma de actuar apuntan en esa dirección. Incluso, en
diciembre pasado la banda asesina intentó sin éxito una carnicería
similar. Sin embargo, Arnaldo Otegui, a quien se le supone la cara
política de ETA, rápidamente opinó que podía tratarse de una represalia
de la “resistencia árabe” por el apoyo de España a la invasión a Irak.
Sospechosamente, otras pistas parecían darle la razón a Otegui: en el
lugar de los hechos apareció una grabación con textos del Corán,
mientras un periódico árabe publicado en Londres dijo haber recibido un
comunicado firmado por un grupo terrorista islámico que se
responsabilizaba de los atentados. No obstante, los analistas más agudos
continúan imputando a ETA la autoría de estos crímenes. La hipótesis que
barajan parte de la siniestra lógica de los terroristas vascos. ¿Qué
buscaban en esta oportunidad? Obvio: influir en las elecciones del
domingo 14 de marzo. ETA pudo pensar que una matanza de estas
dimensiones, atribuida a Al Qaeda, se convertiría en una condena al
gobierno de Aznar y al Partido Popular por haber secundado la impopular
política de Washington durante la última guerra de Irak.
Bien, lo probable, es que ETA esté detrás de los asesinatos, pero
tampoco debe descartarse que haya sido un crimen pactado entre las dos
organizaciones terroristas. Al fin y al cabo, los vínculos entre los
etarras y los terroristas islámicos datan de hace varias décadas, cuando
algunos violentos independentistas vascos fueron adiestrados en la
academia de la policía de Argelia. A partir de entonces, frecuentemente,
la policía española y la israelita han sabido de los contactos
esporádicos y la colaboración fluida entre la banda española y grupos
como Hamas, Al Fatah o la OLP. Si ETA no actuó directamente, no es muy
descabellado pensar que Al Qaeda le hizo el trabajo sucio, o que ETA
colaboró con los terroristas islámicos para asesinar a centenares de
odiados “españoles”.
La verdad es que ETA tiene apoyos internacionales importantes y
decididos. El subcomandante Marcos en México, los sandinistas en
Nicaragua y las FARC colombianas respaldan sin ningún pudor a los
etarras vascos. Hace tres años, en Panamá, en el seno de la Cumbre
Iberoamericana, Fidel Castro se negó a firmar un documento*
de condena a la banda terrorista. El Comandante, fiel a sus amigos y a
sus principios revolucionarios, no iba a traicionar a unos viejos
compañeros de lucha a los que les ha prestado todo género de ayudas,
material y política, desde 1966, cuando se creó en La Habana la
Tricontinental, una verdadera internacional del terror. Solidaridad de
dos vías, pues Castro recibe muestras constantes y recíprocas de
gratitud por parte de los terroristas vascos. Los industriales vascos
que invierten en Cuba, por ejemplo, no son extorsionados por ETA, y
basta pasearse por la propaganda etarra o castrista en Internet para
descubrir que las voces que defienden a ETA ―los escritores Alfonso
Sastre y Eva Forest, por citar dos nombres― son las mismas que defienden
la dictadura cubana.
¿Quiénes, en el plano internacional, coinciden con ETA y la apoyan? En
primer término, numerosos comunistas. Nunca debe olvidarse que, por
encima de todo, ETA es una organización de ideología marxista-leninista
que pretende crear una “dictadura del proletariado” en las provincias
vascas de España y Francia. Para los comunistas de todas partes, se
trata de camaradas empeñados en una lucha épica en favor de los pueblos
oprimidos. En segundo lugar, quienes odian visceralmente a Occidente y a
Estados Unidos. La señora Hebe Bonafini, presidenta de las Madres de la
Plaza de Mayo ―una organización cívica argentina―, la misma que celebró
el derribo de las Torres Gemelas, no cesa de manifestar su simpatía por
los presos etarras. En Uruguay, cuando el gobierno decidió deportar a
España a unos terroristas vascos, algunos sindicatos, los tupamaros y
otros componentes del Frente Amplio se lanzaron a las calles para
protestar vehementemente. Para ellos, los etarras no eran criminales
responsables de un millar largo de muertos y numerosos secuestros y
atropellos, sino sacrificados compañeros antiimperialistas.
El tercer grupo de simpatizantes de ETA es el de ciertos irresponsables
que aman y suscriben todas las causas nacionalistas, defendidas por
cualquier medio, siempre que se invoque el derecho a la
autodeterminación. En Estados Unidos el IRA irlandés llegó a tener el
respaldo de políticos y empresarios prominentes a los que los crímenes
de estos psicópatas les importaban menos que el romántico objetivo de
liberar a Irlanda del Norte del dominio británico-protestante. Cuando
los independentistas canadienses de Québec recurrieron al terrorismo, no
les faltaron simpatías entre algunos franceses muy divertidos con los
episodios de violencia. En el caso de los independentistas vascos sucede
el mismo repugnante fenómeno.
Esta vez, sin embargo, la ETA ha ido demasiado lejos y es muy probable
que sus amigos se mantengan provisionalmente callados. Algunos, hasta es
posible que envíen cínicos mensajes de condolencia al pueblo español.
Fidel Castro y Hebe Bonafini ya lo han hecho.
* Declaración de los Jefes de
Estado y de Gobierno de los Países Iberoamericanos sobre el Terrorismo
Panamá, 18 de noviembre de 2000.
Los Jefes de Estado y de Gobierno de los países iberoamericanos,
reunidos en la ciudad de Panamá, con ocasión de la X Cumbre
Iberoamericana, reiteramos nuestro compromiso de combatir conjunta y
firmemente, a través de todos los medios legales a disposición del
Estado de Derecho, cualquier tipo de acción terrorista, ya que erosiona
la convivencia pacífica y democrática en las naciones afectadas por este
flagelo.
Asimismo, manifestamos nuestra firme condena al terrorismo y rechazamos
las acciones del grupo terrorista ETA cometidas en España, al tiempo que
deseamos dejar constancia de nuestro apoyo y solidaridad con el pueblo y
el Gobierno de España.
Fidel Castro fue el único Jefe de Estado que se negó a firmar esta
declaración.
Fuente: Libertad Digital,
*
Anexo puesto por
MCUD.
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