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Señales de cambio
Por Miguel Itturia Savón (Desde Cuba)

La Habana, octubre 2007. (www.cubanet.org) - Al reflexionar sobre las expectativas de cambio que genera la muerte inminente de nuestro caudillo, Rafael Rojas dice que Cuba es hoy "una comunidad indecible, irrepresentable e inconfesable, a la espera de su desintegración final, de su parálisis, de su nada". El ensayista infiere una posible democratización del país, previa movilización de "legiones espirituales contra la impolítica de la muerte".

Aunque comparto tan sugestiva hipótesis, no creo que el compás de espera frene las acciones políticas del exilio y de la disidencia interna. La parálisis no es total. El régimen militar se aferra a la nostalgia revolucionaria y a los rituales del poder, pero no puede auto transformarse. La gente está cansada de discursos, desfiles, promesas y medidas arbitrarias. Las señales indican que los actores del cambio se mueven detrás del escenario.

Por un lado, el régimen se descompone junto a sus símbolos y sus entidades inoperantes, pero la élite finge no enterarse. Mantienen la cultura del engaño mediante el arsenal de promesas, augurios y juegos de estrategias para crear expectativas y ganar tiempo. Conservan la represión y buscan legitimidad externa mientras evitan negociaciones, denigran a la oposición pacífica y rehuyen sus propuestas. Sólo reconocen al monstruo de la corrupción y al fantasma de la indisciplina social y laboral, que acredita la pérdida de valores y el triunfo del individualismo sobre el colectivismo impuesto.

Con ese propósito, el grupo más conservador de la nomenclatura erige al líder moribundo en muralla contra los cambios. Las reflexiones del comandante son parte del espectáculo mediático. Los regaños desde la penumbra sirven de trinchera a los talibanes contra la propia clase dominante, y como columna de humo para posponer la solución de los problemas esenciales del país.

Por otra parte, ha crecido la oposición contestataria, pero aún es débil frente a la burocracia anclada en la deforme estructura estatal. No se proyecta una ruptura violenta. La gente es muy pobre para actuar en política, aunque puede estallar espontáneamente ante el deterioro de los servicios básicos, la posposición de sus necesidades y las torpezas administrativas.

Todavía no es visible la mutación, pero la realidad es elocuente: crecen la economía marginal, la prostitución, los suicidios, el alcoholismo y la violación de las normas burocráticas. La propaganda ha dejado de ser parte esencial de la vida de las personas. Los cubanos ya no escuchamos las profecías de los ángeles de nuestra infancia, cuyo discurso jurídico colinda con la guaracha cotidiana. Los jóvenes prefieren el regatón, el rap y el hip hop. La nueva trova pertenece al escenario de los rituales y la nostalgia.

En el ámbito real, la entelequia revolucionaria reta al vandalismo. La economía formal -estatal y centralizada- naufraga ante el capitalismo de estado (divisa) y la economía marginal. La doble moneda acentúa el choque entre estos modelos, mientras los empleados actúan por su libre albedrío en espera de la liberación de las fuerzas productivas.

Aparentemente nada cambia. La parálisis es innegable. Los esquemas del régimen bloquean las reformas. El sucesor intenta retener el poder y entretenernos con expectativas y críticas formales, pero la estrategia de supervivencia tropieza con la indiferencia y el desmontaje real de los servicios gratuitos que aseguraban la dependencia del estado.

Hasta ahora la isla no se mueve dentro de la órbita interna, pero hay señales de cambio que pueden desbordar los diques del castrismo y favorecer la transición a la democracia. Pienso, por ejemplo, en la pérdida del orgullo nacional, la desconfianza en el modelo totalitario y en el agotamiento de un régimen que conduce al éxodo anual de miles de cubanos, quienes ven en lo extranjero un patrón más sólido. Es notable, además, el rechazo a las medidas y leyes que afectan a los ciudadanos y revelan la pérdida de la iniciativa gubernamental.

A las conductas "impropias" que violentan las normas conformistas, se añade el resurgimiento paulatino de la fe católica y otras denominaciones religiosas que sacuden los cimientos del adoctrinamiento marxista, sin afectar aún el dominio del partido único.


Recordemos sucesos espontáneos como el "maleconazo", el éxodo másico de 1994 y las recientes sublevaciones de soldados en la cárcel de Manguito (Santiago de Cuba), y en la unidad de tanques de Managua (La Habana). Tales sucesos y los llamados a la renovación por parte de la disidencia interna (Concilio, Proyecto Varela, La Patria es de todos) confirman el disentimiento y la crisis de legitimidad del régimen.

Hasta el tirano comprende el amperaje del desastre. "Los cambios vienen", dice desde su lecho, aunque todo se mueve tras los telones del miedo y el fantasma del enemigo. Hay señales de cambio que contradicen el menú oficial. Habrá sorpresas y sobresaltos. No avanzamos hacia la nada. La tragedia no es castigo, sino desafío. Todo dependerá de nuestros actos, no de los designios de la muerte del dictador.

Fuente: CubaNet.org

Nota: El MCUD y SOS Justicia consideran que mientras no se Unan todas las partes que quieran aplicar algunos de los métodos de lucha reconocidos por la Historia y mientras los fondos y la solidaridad estadounidense no se destinen a estos activistas dispuestos a enfrentar la maquinaria comunista con métodos efectivos no habrá ninguna posibilidad de libertad para el pueblo cubano oprimido. Esta formulación fue hecha por nuestros próceres quienes a través de sus pensamientos dijeron que la libertad se conquista únicamente con la fuerza y tiene un alto precio.