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Deshonestidad de Pinochet.
Por Manuel Fuentes Wendling*

Traicionada la buena fe de miles de chilenos.

SANTIAGO:-La deshonestidad del general Augusto Pinochet Ugarte ha sido el más duro golpe que ha recibido una parte importante de los chilenos que creyó en él como un militar forjado en el crisol del honor, la virtud, la decencia y el decoro. Pero, además, ha sido un regalo en bandeja de oro para la izquierda marxista de Chile y el mundo.

Porque cualquiera sea el subterfugio jurídico que utilice su defensa, encabezada por el abogado Pablo Rodríguez Grez para, medianamente, explicar el origen del dinero acumulado en cuentas bancarias, en el subconciente colectivo nacional e internacional ya se grabó a fuego la imagen del “dictador deshonesto”.

La historia de América Latina está jalonada de dictadorzuelos civiles y militares y de ex mandatarios que, a expensas del Estado y usufructuando de su poder, amasaron fortuna. Pinochet estaba, aparentemente, fuera de esa nómina de indeseables. Y eso lo hacía respetable como persona. Pesaba sobre su figura sólo la responsabilidad política por las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes de seguridad en el curso de una guerra interna irregular. Era, podía pensarse, el costo que debe arrastar un guerrero.

Los derechos humanos.

El tema de los derechos humanos como recurso contra el gobierno militar chileno fue analizado y luego convertido en acción por la izquierda comunista a partir de 1974 en una estrategia político-propagandística diseñada en Moscú por un equipo de juristas comunistas que habían participado en los Juicios de Nuremberg.

Resultaba casi paradójico que quienes más habían violado los derechos humanos y asesinado a opositores, o a simples campesinos en una guerra civil de la que poco se habla, para imponer por la fuerza un modelo de gobierno que doctrinariamente lleva implícita la represión, la violencia y el odio, pasaran a convertirse de la noche a la mañana en los adalidades del humanitarismo.

El comunismo buscaba en Chile situar el escenario del golpe militar sólo en el espacio de tiempo situado entre 1970-1973 dando relevancia al uso de la violencia contra la izquierda marxista, pero dejando de lado las causas que llevaron a provocar la reacción de los militares.

De esa forma los uniformados aparecieron ante el mundo actuando contra un gobierno legítimo, en una acción marginada de la Constitución y vulneratoria de la democracia que vivía el país, o del espejismo de democracia que imperaba en 1973 en el país.

Nadie ha exhibido el discurso de odio del marxismo en Chile. Menos su calendario.

Nadie ha hablado, documentadamente en relación a Chile, de la violencia instigada por la izquierda comunista a nivel planetario luego de la toma del poder por los bolcheviques en Rusia

Nadie ha exhibido el discurso del odio diseminado en las mentes de los más humildes a través de una predica constante y de la cual Chile conoce desde que en 1921 se funda el Partido Comunista, luego de la conversión del partido obrero de Luis Emilio Recabarren, en una organización que pasa a obedecer y servir obsecuentemente por SETENTA AÑOS al estandar ideológico y disciplinario que impone la Tercera Internacional Comunista creada por Vladimir Ilich Lenin en Moscú en 1919.

Una cultura militar antimarxista.

Históricamente puede explicarse la dura actitud militar contra la izquierda marxista. Los militares en 1973 están inmersos en la Guerra Fría y, en medio de ese contexto planetario, han obedecido el mando político de los gobiernos que, como el de Eduardo Frei Montalva, les ordena crear y mantener una fuerza especial.

Nace así la Escuela de Fuerzas Especiales del Ejército, cuyos seleccionados integrante conforman la élite del Ejército: los “boinas negras”. Allí se acentúa, entre ellos, el estudio de la subversión política, la guerra de guerrillas y, en general, las guerras irregulares.

Hay entrenamiento en la Escuela de las América de Panamá, que sostiene el Comando Sur de las Fuerzas Armadas norteamericanas. Los gobiernos y el Congreso Nacional, los ministros de Defensa y las Comisiones de Defensa de la Cámara de Diputados y el Senado saben de tales hechos. Son los poderes del Estado que proponen y aprueban los financiamientos y las salidas de efectivos militares al extranjero.

Por tanto, esos militares de 1973, bajo la concepción vigente de la doctrina de la Seguridad Nacional, creada por los franceses y luego adoptada por los norteamericanos e impuesta en América Latina por estos últimos, actúan en conformidad a ese adoctrinamiento, con disciplina y al servicio de los intereses nacionales. Ven en los marxistas a un cuerpo enemigo, una quintacolumna internacional que busca destruir las bases y fundamentos de la nacionalidad, sus valores, la democracia, el orden establecido, el derecho y la institucionalidad.

Desde el Manifiesto Comunista el marxismo declara la guerra al capitalismo, al orden burgués y a los ejércitos regulares. Eso está en sus documentos. Buscan sus seguidores destruir la estructura de las naciones a partir de una guerra contra el capitalismo que, necesariamente, debe triunfar para imponer el “socialismo”, un eufemismo que encubre la dictadura comunista que, por ejemplo, vive hoy Cuba, o Corea del Norte o Vietnam.

Las miles de armas encontradas en Chile entre 1973 y 1976 en escondrijos subterráneos secretos , de las que se exhibirá pronto una exposición fotográfica de ellas en www.chileblog.com  , no eran sino para enfrentar a las fuerzas regulares en una guerra civil que se organizaba paralelamente para la toma del poder definitivo. Una guerra civil que, se suponía, debía contar con parte de las Fuerzas Armadas a favor de los insurgentes.

Nada justifica la deshonestidad.

Pero si bien en ese contexto histórico antes descrito puede explicarse la represión a la izquierda marxista, nada explica la deshonestidad de Pinochet y otros militares y/o civiles que puedan resultar implicados en sus malabares financieros y bancarios. Nada. Absolutamente nada.

Ni siquiera el hecho de haber pensado en la ingratitud que la derecha económica y parte de la política le demostraría – como sucedió - luego de perder su condición de poderoso gobernante y Jefe del Ejército, justifica el que Pinochet haya usado para su beneficio fondos del Estado que son propiedad de todos los chilenos.

La buena fe de aquella mayoría de chilenos, que como el autor de estas líneas, luchó contra el gobierno de Allende y apoyó la intervención militar de 1973, llegando incluso algunos a entregar sus joyas y anillos de compromiso para acrecentar los fondos del Banco Central, ha sido traicionada por Pinochet. Las consecuencias políticas internas serán diversas, particularmente en un momento en que la historia de América Latina avanza – o retrocede – a etapas que se suponía superadas.

Pinochet, Fidel y Arafat.

Pinochet, en su deshonestidad, ha quedado en la misma condición de Fidel Castro, que ha amasado una fortuna de más de 500 millones de dólares, conforme lo establece la prestigiosa revista Forbes, y de Yasser Arafat, que al morir disponía de cuentas personales por 320 millones de dòlares. Los tres casos son repudiables.

Pero la deshonestidad de Pinochet no mancha a los miles de militares, pertenecientes al Ejército, la Marina, la Aviación y la policía uniformada, oficiales y tropas, que el 11 de septiembre de 1973 con el apoyo de la mayoría ciudadana, pronunciamientos a favor de las dos ramas del Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia, los partidos de derecha y líderes de la Democracia Cristiana, fuerzas sindicales y colegios profesionales, empresarios y estudiantes, pusieron fin a un gobierno, el de Salvador Allende, que ya tenía al país sumido en un caos. Ellos siguen mereciendo el reconocimiento de quienes creemos firmemente en la libertad y en la democracia.

Tampoco la deshonestidad de Pinochet altera la lucha contra la izquierda marxista en Chile y en América Latina. Porque en el caso del autor, mucho antes que los militares, el señor Pinochet incluido, ya advertíamos a Chile que las fuerzas totalitarias del comunismo avanzaban con paso firme a la conquista del poder. Hoy la correlación de fuerzas se presenta en América Latina favorable a esos mismos actores. En otro contexto histórico, aunque repitiendo los mismos patrones de conducta.


(*) Desde febrero pasado el autor, de nacionalidad chilena, periodista, escritor y marxistólogo, creó en su sitio web una sección denominada “Cuba: un país_cárcel”. Allí publica crónicas, testimonios y documentso de la comunidad cubana en el exilio y aquellos que logran salir desde La Habana, como un aporte a la lucha por la libertad de la isla y una manera de difundir su actual dramática realidad tanto en Chile como en América Latina.
Editor de www.chileblog.com