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Estatismo y pobreza latinoamericana."Resolver": No es invento cubano exclusivo.

Por Alberto Luzárraga

El estatismo crea la pobreza porque concentra el poder, estimula la corrupción y mata la iniciativa. América Latina es un laboratorio perfecto para demostrar la afirmación. Raúl Prebisch (economista argentino ya fallecido) en los cincuentas y sesentas puso de moda la teoría de de que el capital extranjero era nocivo. A pesar de que no existía suficiente ahorro nacional para el desarrollo le parecía que el capital extranjero ¡Horror! remitía utilidades. Y si se trataba de minas o hidrocarburos se llevaba los minerales y dejaba sólo 'el hueco'. Hoy en día parece obvio que sin utilidades nadie invierte, y que el 'hueco' si genera exportaciones, gana divisas, y produce para pagar impuestos y sueldos en el país no es un problema, es un beneficio. Los minerales enterrados no son comestibles. La ofuscación nacionalista/socialista no lo entendió así. Prebisch impulsó el modelo del desarrollo con deuda externa, la nacionalización de los servicios públicos y empresas extranjeras, las preferencias aduanales a la industria nacional sin reparar en costos. Fue un elixir ideológico para políticos ambiciosos. Resultados: proyectos faraónicos, burocracia masiva e ineficiente para administrarlos, robo al por mayor, deuda impagable y productos nacionales caros y en buena parte atrasados tecnológicamente. En su vejez vio el desastre y cambió de parecer. Era obvio que en el mundo moderno de las comunicaciones instantáneas, un país honesto con leyes razonables y bien aplicadas era atractivo al inversionista extranjero que estaba conforme cumplirlas. No tenía otra alternativa, el modelo siglo XIX no regía.

El daño estaba hecho. Una vez que se crean enormes burocracias gubernamentales es muy difícil reducirlas pues los intereses creados son vastos. Y alrededor de esas burocracias pululan los que se aprovechan de su ineficiencia y lucran 'resolviéndoles' problemas que no saben enfrentar. Cobrando caro por supuesto, porque hay que 'compartir' con los funcionarios.

Como la burocracia no produce nada hay que endeudarse para pagar los costos. Este método va viento en popa hasta que se agota la capacidad de deuda del país con la que se pagaba el gasto alegre. Por un corto rato resuelven el problema con la 'maquinita' de imprimir billetes y crean dinero sin respaldo que causa inflación. Es el más injusto de los impuestos pues afecta desastrosamente al pobre que depende de un sueldo siempre atrasado en su ajuste. Eventualmente se entra en mora con los bancos y se recurre al Fondo Monetario Internacional para que monte 'un paquete de rescate.'

El Fondo es un médico al que le entregan pacientes medio muertos. Lamentablemente sus tratamientos son siempre los mismos y casi inevitables aunque equivalgan a la medicina antigua de purgantes y sangrías. Un remedio preferido es decirle al paciente que se ponga a dieta y reduzca el déficit fiscal. Receta inevitable pues las burocracias causan un enorme gasto en salarios, y las empresas estatales usualmente generan pérdidas y no ganancias. Pero como dijimos no es fácil cortar puestos pues los que trabajan en esas empresas son el apoyo del gobierno. Usualmente se hacen algunos recortes simbólicos y se suben los impuestos a los negocios y el costo de los servicios que paga el pueblo.

Además existe el problema de pagar la deuda externa asumida durante el 'estatismo alegre' y su pago. Para acopiar divisas, la receta del Fondo es reducir las importaciones y aumentar las exportaciones, receta que va acompañada del requerimiento de devaluar la moneda. Al subir el costo de lo comprado y rebajar el precio de lo vendido se supone que se produce el efecto deseado.

A corto plazo se consigue algún resultado. Pero a mediano y largo plazo los resultados son desastrosos. Generan pobreza, resentimiento y distorsión económica.

Se acaba con el ahorro de la clase media y se sume al pobre en la miseria y el resentimiento. La devaluación al subir aún más los precios es el tiro de gracia para liquidar la esperanza.

El ciudadano perplejo ve que nada funciona y todo está más caro. En esas condiciones nadie invierte y no se crea empleo. El estado no tiene con que hacerlo y la empresa privada no quiere hacerlo porque el que pone un negocio, si gana algo tiene que asumir una carga fiscal enorme. Además debe pagar prestaciones sociales por sus obreros a entidades de gobierno mal administradas que dan malos servicios médicos o a retiros quebrados por la inflación, el robo, y las devaluaciones.

El resultado es un círculo vicioso: a más estatismo, más deuda, a más deuda más impuestos y devaluaciones, a más devaluaciones e impuestos más quiebras de negocios y menos empleo.

Cuando los gobiernos no sirven para nada, los pueblos se 'autodefienden' y recurren a la economía subterránea a escondidas del estado. O sea, el que trabaja por su cuenta no crea una empresa sino que contrata a quien le hace falta y punto. Brasil es un ejemplo contundente. El 50% del empleo es subterráneo. La voracidad del sector público no tiene límites y crea el fenómeno. Según un estudio reciente el sector privado corporativo no 'sumergido' paga el 85% de los impuestos contra el 41% en Estados Unidos. Quiere decir que carga la mano sobre aquéllos a los cuáles es más fácil cobrar impuestos.

No es diferente en otros países que han seguido el estatismo como por ejemplo Argentina. Lo lamentable es que el recurso desesperado de 'sumergirse' crea a lo sumo una economía de subsistencia.

Supongamos que un buen talabartero haga carteras estupendas. En un país no estatista trataría de hacer más carteras, con mejores diseños y materiales y colocar sus mercancías a mejores precios en las mejores tiendas. Si tuviese éxito contrataría mejores empleados y tendría que pagarles más. La economía y el empleo mejorarían. En un país estatista el talabartero opta por 'resolver' y 'sumergirse' porque en cuanto pida una licencia de negocios se verá acosado por un enjambre de 'chupópteros' que lo dejarán pálido y demacrado tras sorberle el fluido vital. Emplearía su tiempo en llenar formularios inútiles o aún peor en sobornar a empleados de gobierno también mal pagados. Y así decide funcionar como pueda y contratar empleados cuando sea necesario. Les pagará poco porque tiene que vender barato ya que el precio es su única ventaja competitiva pues carece de marca, y medios de darse a conocer.

El único remedio es el que indica el sentido común. Dejar vivir y desenvolverse a la población. El estado existe primordialmente para mantener el orden y facilitar la vida en sociedad. En un estado moderno esto significa más que tener una policía, jueces de lo penal, y cárceles. Se precisa un estado que sea árbitro y que ponga límites razonables a conductas nocivas tanto en la esfera civil como en la comercial y social. Asimismo estimular las conductas positivas con beneficios fiscales es razonable. Pero estimular, poner límites o ser árbitro no es lo mismo que dedicarse a ser empresario o a entrometerse en la vida privada del ciudadano diciéndole como tiene que comportarse en los detalles más nimios de su vida, lo que debe pensar y hacer, como educar a sus hijos, etc.

Estas intromisiones son como una droga. Cuando se tolera una, se crea una burocracia para implementarla y 'vigilar' su cumplimiento. Esa burocracia inventa otras cosas para así crecer y 'progresar' pues en la burocracia se progresa teniendo más subordinados. El resultado es el estado monstruo. Un ejemplo gráfico: imaginarse una barca de remos con tres pisos. Los pasajeros de los dos de arriba se echan fresco y sorben daiquirís mientras gritan a los de abajo: ¡remen más duro so vagos!

Moraleja para la Cuba futura: Libertad de empresa, propiedad privada, tribunales honestos para zanjar disputas y un estado pequeño, controlado y eficiente. Ese estado no degenera en tiranía. El enorme ya lo es aunque asuma formas 'democráticas' porque lleva la tiranía en una estructura que acapara poder y recursos. De lo contrario no habremos aprendido nada en este calvario y cosecharemos otro estado pobre, inestable y atrasado. No tiene que ser así. Antes de Castro no lo éramos y estábamos mucho mejor que otros países de América Latina porque la intromisión del estado en la economía era modesta. Nuestro problema era el clásico de todas las democracias: hacer del estado un instrumento honesto al servicio del pueblo y extirpar de él a los demagogos. Castro tomó esta legítima aspiración y la convirtió en estado a su exclusivo servicio con un sólo demagogo autorizado.

El cubano tiene imaginación y energía para triunfar en lo que se proponga. Lo hemos demostrado fuera. Hagámoslo dentro.


Fuente: www.futurodecuba.org