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Mi Disidente Madre.
Por Luis Alberto Ramírez

Desde Miami

Mi Madre fue la primer disidente que conocí, recuerdo aun siendo un niño como la Vieja discutía de política con todo aquel que visitaba mi casa, claro, en aquellos tiempos las discusiones no eran en alta voz ni publicas, sino, mas bien en secreto, es decir, discusiones al oído. En casa nadie fue comunista, al menos emocionalmente; mi Padre siempre perteneció a una institución fraternal y mis hermanos no llegaron muy lejos en la escuela, o sea que no les dio tiempo de pertenecer siquiera al plan de preparación de ingreso, yo sin embargo, llegué un poco mas lejos pero, aparentemente llevaba los genes de mi Madre tan a flor de piel que todos los intentos que hice para pertenecer tan solo a la juventud comunista fueron en vano. El mayor de mis hermanos se involucró en la dirección del comité de reclutamiento del Pueblo y logró pertenecer al partido, pero solo lo hizo de forma nominal, porque a decir verdad en casa nadie tenía fibra comunista; ciertamente a mi hermano le trajo muchas comodidades ser un miembro del PCC (Partido Comunista de Cuba) partiendo de la base que nunca fue un obrero común, sino que, toda su juventud la pasó dirigiendo empresas del Estado.

Siempre me pongo a buscar los motivos que tuvo mi Madre para ser tan disidente y no encuentro nada, lo que si he encontrado es una vida muy miserable, al menos hasta unos pocos años antes del triunfo de Castro. Mi Madre era la mayor de cinco hermanos que se quedaron huérfanos de Padre y Madre cuando solo ella contaba con catorce años de edad; el menor fue adoptado por una familia de La Habana, la que seguía, murió unos meses después de morir los padres, la otra fue a parar a un convento y el otro se quedó con mi Madre en la calle y sin llavín, o sea, la historia de mi Madre fue bien complicada socialmente hablando, solo unos años antes de, fue que conoció a mi Padre quien hizo que su vida cambiara completamente. Mi Padre era un carpintero de los mejores, venía de una familia muy trabajadora y con cierta estabilidad social, al juntarse con mi Madre, hizo una pareja muy linda, de entrada le hizo tres barrigas a la Vieja, una por año, luego, construyó su propia casa al gusto y después de diez años le hizo tres mas, en una de ellas estaba yo. Aparentemente los diez años felices que vivió la Vieja con mi Padre antes de la llegada de la revolución le hicieron olvidar las tristezas que le provocó a su familia el capitalismo, porque su familia murió literalmente hablando, de hambre.

En cierta ocasión mi hermano mayor llevó al secretario general del Partido del Pueblo a la casa a tomar café, no sé por cuales motivos a mi hermano se le olvidó el comportamiento disidente de la Vieja, el caso fue que cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Después de tomar café, cuando tuvo el primer chance, la Vieja llamó para un rincón al tipo y le dijo: “Esta gente está destruyendo el País, y este muchacho no se acaba de dar cuenta, mira ver si le das un consejo pa’que no se involucre mas con los comunistas”

Algunas personas tildaban a mi Vieja de loca, siento decir que siendo un niño llegué a creer ese cuento, luego comprendí que en Cuba para disentir como lo hacía mi Madre había que estar loco, por lo menos eso era lo que creía la mayoría, sin embargo, en realidad la historia ha demostrado quiénes en verdad eran los locos. Muchas personas no les gustaba visitar casa, los amigos de mi Padre, aquellos que siempre fueron compañeros de escuela y trabajo, y que sabían en cierta forma del comportamiento de mi Madre y que incluso, algunos compartían, visitaban con poca frecuencia la casa, para no señalarse, porque la Vieja no se escondía para arengar en contra del gobierno, y eso a muchos le podía hasta costar la libertad, a la Vieja no, porque “la Vieja estaba loca”.

Mi Vieja fue una de esas madres cubanas que se sienten orgullosas de viajar por días para ver a su hijo en la cárcel, fue de esas madres que lloran de alegría cuando lo ven a uno tras balaustres esperando con ansias su visita. Mi Madre se siente orgullosa de mí, a mi Madre no le duele mi exilio como a mí…

Hoy estoy aquí yo, recordando a mi Vieja, un día de las Madres, el día mas lindo que tiene la existencia del hombre, dejando caer lagrimas sobre el teclado que empañan mis ojos y casi no me dejan ver, a noventa millas del amor de mi Vieja, con la esperanza de volverla a ver, de darle un beso, un fuerte abrazo y al menos, una flor. Mi Madre fue mi primer disidente, mi guía, mi luz, por ella hoy me siento libre. Se que no va a leer estas letras, se que no escuchará mi voz, que no sentirá el calor ardiente de mis labios en sus mejillas, que no verá mi cara, pero tiene algo presente, sabe que siempre está en cada latido de mi corazón, en todos los segundos de mi existencia, siendo día de las Madres, o no.

Luis Alberto Ramírez. Miami

Mayo 14, 2006