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Desobediencia civil.
Por Luis Alberto Ramírez

“En este mar de contiendas, ha emergido un principio brillante: el derecho a creer en lo que uno escoja”.

La tolerancia es un buen camino sobre el cual edificar buenas relaciones humanas. Cuando observamos las guerras y sus matanzas, el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones, las tiranías y los sufrimientos de los que las padecen, a lo largo de toda la historia del hombre, y en estos tiempos modernos y “civilizados”, podemos darnos cuenta que la intolerancia es una actividad muy en contra de toda supervivencia.

Ser tolerantes no significa que uno no pueda expresar sus propias opiniones, creencias religiosas o ideas políticas. Ahora, esto si significa que el tratar de minar o atacar las opiniones, las creencias religiosas o ideas políticas de otros, siempre será un atajo excelente hacia meternos en dificultades.

Casi todos conocemos cual ha sido el nivel de tolerancia de Castro y su tiranía: Ninguno. Sus dificultades nacionales e internacionales han sido debidas en gran parte a su intolerancia. La mayoría de sus fracasos a lo largo de todos estos años, aparte de la incompetencia, ignorancia en vuelta o a las aberraciones que lo han dominado toda su vida, se deben también a su intolerancia.

Intolerancia, intolerancia, intolerancia: “Una opinión diferente a la de él, una acusación falsa”. “Una súplica por los derechos humanos, más violaciones a los derechos humanos como respuesta”. “Un pedido de justicia para todos, oídos sordos ante sus injusticias”. “Con la revolución todo. Sin la revolución nada”. Intolerancia, intolerancia, intolerancia.

¿Qué hacer entonces?

Lo sepamos o no lo sepamos, mucho se ha intentado y se intenta en poner fin a esta demente intolerancia. Lo comprendamos o no lo comprendamos, hacerle la oposición a esta tiranía siempre ha venido acompañado de más violencia. No importado si estos intentos de parar esta intolerancia hayan sido por la vía de las armas o por la pacifica, el resultado siempre ha sido el mismo: “Un ataque salvaje y brutal bajo la influencia de su símbolo de terror bañado en sangre inocente”. Nuestra historia en los últimos casi medio siglo esta llena de tales muertes.

¿Qué podemos hacer los cubanos ante tanta intolerancia y sangre inocente derramada?

Podemos predicar la no violencia. Podemos pregonar que somos y actuamos pacíficamente. Podemos denunciar las violaciones a los derechos humanos y pedir se respeten los mismos. Podemos abogar por la libertad de los miles de presos de conciencia que languidecen en las prisiones castristas. Podemos seguir asistiendo a cuanto foro o cumbre internacional se realice y seguir llevando la palabra. Podemos continuar escribiendo sobre la intolerancia del castrismo eternamente. Podemos hasta practicar la filosofía de poner la otra mejilla.

También podemos continuar creyendo que muy pronto nuestros viejos amigos los “yankee”, nos harán el favor de mandar a sus marines para salvarnos… Incluso, podemos creer en el cuento de la “bella durmiente”, que en esta nueva versión a la cubana trata sobre un sueño que tienen algunas organizaciones opositoras dentro y fuera del terruño; en el que un día saldrá del templo “todopoderoso” del gobierno cubano un enviado divino que le dará un besito en la frente para que despierte al movimiento “opositor” elegido por ellos; y juntos de la mano pongan en marcha alguna extraña transición confeccionada en los más oscuros sótanos de su policía política.

¿Cómo combatir el símbolo de terror castrista de manera eficiente?

Se que se habla de desobediencia civil. Ahora, no sé lo que esta idea signifique para las personas envueltas en el conflicto cubano. Pero para mi esta idea es el arma más eficaz, el mejor balance entre el uso de la inteligencia y la fuerza que podamos utilizar. Es a mí entender, el método de lucha más efectivo que tenemos al alcance de nuestras posibilidades y el método donde tendríamos la menor cantidad de perdidas materiales y humanas.

Podemos ejercer nuestro derecho a realizar acciones de desobediencia civil en beneficio de la libertad total de nuestro pueblo.

Esta bien que continuemos predicando la no violencia, demandando la libertad de nuestros presos de conciencia, el cese de la pena de muerte y todas estas cosas necesarias y cuerdas que nos hacen dignos de la raza humana y grandes entre los hombres y mujeres de buena voluntad. Pero acompañemos estas predicas con acciones de desobediencia civil también.

¿Qué nos cuesta intentar?

Es verdad que para Cuba ya es hora. Pero también ya es hora para que las organizaciones opositoras dentro y fuera dejen a un lado la política e intenten la razón. También ya es hora para que las organizaciones opositoras del exilio y de Cuba trabajen juntas en un plan maestro coordinado: “Un plan de desobediencia civil”. Tirando piedras al azar y por nuestra cuenta, no es la forma correcta de ganar esta lucha por nuestra libertad total.

Nosotros podemos alzar nuestras voces de advertencia. Nosotros podemos alzar nuestra voz de protesta y de denuncia ante los abusos existentes. Podemos coordinar, recomendar a nuestro pueblo que de forma masiva le retiren su apoyo al gobierno. Pero debemos de organizarnos. Podemos causar una verdadera reforma si nos organizamos en un plan de desobediencia civil.

¿Qué consecuencias hay en el uso de este método de la desobediencia civil?

La gente no tiene que salir a la calle a que le disparen o para que sean apaleados por las brigadas de respuesta rápida. No, el pueblo puede simplemente retirarle toda su cooperación al gobierno no produciendo lo que tengan que producir en sus unidades de trabajo por ejemplo. Eso sería una acción de desobediencia civil. Las personas simplemente asisten a sus trabajos pero no hacen nada más. No critican, no hablan, van a sus trabajos y no hacen nada. Pero hay que organizarlos.

Este es un proyecto en que toda organización opositora debería de estar pensando en este momento: Organizar y comunicar acciones de desobediencia civil. Ese es el plan. Ese es el mejor camino para lograr devolverle a Cuba un verdadero gobierno que sea benigno, diseñado y dirigido para todos por igual.

El camino a la felicidad es difícil de transitar cuando está ensombrecido por la opresión de una tiranía. Después de todo, somos las personas y sus verdaderos líderes de opinión quienes sudamos, peleamos y sangramos por nuestro país; un gobierno no puede sangrar, ni siquiera puede sonreír. Es tan sólo una idea que tienen los hombres. Es la persona individual quien está viva: tú. Y tú puedes contribuir en esta lucha ejerciendo tú derecho a la desobediencia civil.

Octubre 27, 2005