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La Fábula de los Carneros y el Pavo

Por Jorge Hernández Fonseca

Había una vez un corral de carneros. Ese corral --a pesar de quedar dentro de la conocida “Granja de los Animales” (de Orwell)-- tenía ciertos privilegios, decurrentes del talento demostrado por los carneros en todo tipo de arte y subterfugio, sobre todo aquellos en los que cada uno se empeñaba en superar las loas al “Puerco en Jefe”, devenido dictador de la granja.

Inicialmente ese corral --autodenominado UNAC (Unión Nacional de Artistas Carneros)-- no era compuesto solamente por caprinos. Al inicio del dominio dictatorial del puerco, ese corral lo compartían diversos tipos de animales, los que de alguna manera comenzaron a discrepar del “máximo líder” porcino y fueron obligados a abandonar la granja por motivos de “fuero íntimo”.

Actualmente ese corral es sólo de carneros y está dirigido por un carnero especial. Ese carnero no tiene lana, sino una ridícula “melenita” de los tiempos en que el “Morro era de tablas”. El corral ya había sido dirigido por diversos animales, porque al puerco que mandaba la granja lo único que le interesaba era la incondicionalidad, y no el tipo de animal que mandara carneros.

Los carneros disfrutaban ahora de tener un carnero como jefe y recordaban los tiempos terribles que un pavo muy grande (por lo que era llamado Pavón) los había dominado con mano de hierro, ya que no permitía a ningún carnero discrepar de sus orientaciones. No importaba que los carneros fueran incondicionales al puerco, también debían ser incondicionales del pavo.

En el corral de carneros poco importaban las arbitrariedades del puerco en jefe para con el resto de los pobres animales. En la granja dominada por el puerco no había apenas comida, ni transporte, ni ropa, ni casas, ni electricidad, ni desarrollo tecnológico. Los animales solamente podían ver algunos programas de TV que los carneros preparaban, censurados por el puerco.

Cierto día el pavo, casi olvidado por los carneros, apareció en la TV. Resulta que el pavo era amigo del hermano del puerco, que por haber caído enfermo, dejó (provisionalmente) a su heredero al frente de toda la granja. Al aparecer el pavo, cundió el pánico entre los carneros.

La granja se caía a pedazos. Desde la enfermedad del puerco, se había creado una falsa expectativa de cambios hacia más comida y ropas, pero nada. El hermano del puerco demostraba un inmovilismo rayano en la inacción y todos clamaban por un “médico chino”, pero a los carneros no les importaba nada por sus prebendas, lo importante para ellos era el pavo.

Los carneros inmediatamente pensaron que de nuevo sería el pavo el director de su corral y decidieron consultar otros carneros en puestos claves junto al puerco, la conveniencia de “pronunciarse” de manera discreta –no contra el hermano del puerco, claro-- sino más bien, contra el imperialismo yankee, y lo difícil que les haría la vida el pavo, si volviera a dirigirlos.

El carnero de la melenita enseguida reunió la carnerada y les blandió el látigo: “Con el puerco todo, sin el puerco nada”, mandándolo a publicar en el periódico de la Granja. Los carneros sin embargo, continuaron su batallita contra el pavo, pero teniendo mucho cuidado de no señalar al hermano del puerco y mucho menos al puerco. Insistían en denominar como “quinquenio gris” el período del pavo, pero sin decir que todo ocurría dentro del terrible período negro del puerco.

“Batallitas” como esta, secundarias y banales para la población de toda la granja, se suceden a diario dentro de otros “corrales especiales” creados por el puerco para dividir a los animales. Nadie en la granja critica que los carneros se defiendan, lo que no soportan es que lo hagan en causa propia, apoyando la cochiquera a que obliga el puerco al resto de la granja hace 48 años.

El problema no es el pavo, el problema es ponerles el cascabel a los hermanos puercos.

Fuente: www.cubalibredigital.com
10 de Febrero de 2007