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Artículos
¡Que gracia!
Por José Ignacio Rivero
Si, ¡que gracia! Ahora resulta que para algunos que no hicieron nada por
Cuba en Cuba y otros que cooperaron con Fidel Castro para entregarla al
comunismo, nosotros somos los villanos de la película. De esta película
del destierro que nada tiene de ficción. De esta película que es real,
que es histórica y que para unos es drama y tragedia y para otros es un
paseo, una delicia. Paseo y delicia porque para estos últimos el drama
de la patria es un motivo de especulación, de demagogia, de oportunismo.
Para los equivocados de siempre somos nosotros los que estamos siempre
equivocados porque decimos en el exilio lo mismo que dijimos en La
Habana. ¡Que gracia!
Se dice una cosa por detrás y otra por delante. A nadie le agrada que le
llamen divisionista ni que lo consideren fuera de tono a la hora de
decir la verdad en voz alta. Y desentonan precisamente por eso: por no
decirla. Es mas cómodo y menos riesgoso alabar a todo el mundo, a los
verticales anticomunistas de siempre y a los que van a comprar la soga
para ahorcarnos a todos más tarde o más temprano. Todo esto se sabe pero
los que deben decirlo no lo dicen. Los intereses creados y el halago de
buenos y malos pesan mas que la causa; que el ideal… Seguimos igual que
en Cuba o peor: aprendimos la lección pero no queremos aplicárnosla ni
enseñarla por miedo, por indiferencia, por comodidad. Porque casi nadie
quiere ver lo que hay detrás de la pantalla donde se proyecta la
película del destierro, del mismo modo que casi nadie quiso ver lo que
había detrás de la pantalla revolucionaria de la Sierra Maestra.
Comprendemos que todos podemos habernos equivocado de una forma o de
otra. Entendemos que nadie tiene el patrimonio de la certidumbre y la
verdad. Comprendemos también que Cuba necesita de todos. Pero lo que no
nos entra en la cabeza es la idea de que se quiera contar para la
liberación de Cuba con los que conscientemente ayudaron a la instalación
del marxismo en nuestra patria. Eso es querer equivocarse de nuevo y
desear volver a una Cuba parecida a la de Castro cuando desaparezca de
nuestro suelo el régimen que la oprime desde hace más de cuarenta años.
Una vez se nos hizo públicamente la siguiente pregunta: “¿No cree Ud.
Señor Rivero que sus ataques a todos los que ayudaron a la revolución le
hacen el juego a Fidel Castro? Nuestra respuesta fue la siguiente: En
Cuba cuando combatíamos periodísticamente a Castro de frente, muchos nos
acusaban de hacerle el juego a Batista. Era la táctica comunista de la
coacción para que no interrumpiéramos la marcha de la revolución. No le
hicimos caso a eso porque pensamos que por encima de todo un hombre
público tiene que decir la verdad para que nadie se llame a engaño.
Porque no se dijo la verdad, porque no hubo oposición a Castro al
principio de su revolución --con honrosas excepciones-- el comunismo se
apoderó de Cuba. Los que sí le hacen el juego a Fidel Castro son los que
en el destierro siguen hablando de revolución socialista, porque aunque
se le llame a eso democracia social o socialismo democrático, no
significa otra cosa que socialismo o marxismo sin Castro.
Nosotros no combatimos a todos los que fueron fidelistas. Combatimos a
los fidelistas que llegan al exilio sin reconocer con humildad y con
verdadera honradez su culpabilidad a su colaboración con el régimen como
lo han hecho algunos con toda sinceridad. Hay periodistas, políticos y
profesionales que están sinceramente arrepentidos de haber colaborado
estrechamente con Castro. Pero hay igualmente periodistas, políticos,
profesionales y revolucionarios que no sólo contribuyeron a la desgracia
de Cuba con Castro sino que volverían a desgraciarla sin Castro si se
les sigue dando beligerancia en el destierro. Decirlo claramente, pues,
no es hacerle el juego a Castro. Es hacerle un servicio a Cuba además de
decir la verdad monda y lironda. La voz de Fidel Castro, por ejemplo, se
oye en nuestro exilio a través de un tal Aruca y a veces del destacado
“dialoguista”Alfredo Durán como lo hiciera el pasado miércoles ante la
confrontación de la inteligente periodista María Elvira Salazar.
¿Se concibe, por ejemplo, que durante la Segunda Guerra Mundial los
judíos de
Miami Beach hubiesen escuchado con tolerancia la voz de Hitler a través
de un Aruca o un Durán nazista?
Sólo pregunto…
Dirección postal: P.O.Box 566641 Miami, Fl. 33256
Cortesía Francisco Díaz.
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