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El caso Elián y las medidas del Presidente Bush.
Por Iliana Curra*

"Lo bueno que tiene esto, es lo malo que se está poniendo", dice un viejo refrán en Cuba para referirse a la realidad de un país que carece de todo, empezando por la libertad.

El proverbio aplica también para estos momentos cuando la Administración del Presidente George W. Bush ha implementado medidas contra una dictadura de casi medio siglo. La gritería no se ha hecho esperar por los que aún no comprenden ni siquiera por qué viven en los Estados Unidos.

Sería bueno que supieran que la Ley de Ajuste Cubano fue creada específicamente para apoyar a los cubanos que desde la Isla venían huyendo de la dictadura del vejete con tenis. Si las cosas han cambiado, no ha sido precisamente el sistema que abandonaron, sino lo que llevan en su cabeza (no la gorra o el sombrero, sino lo de adentro).

El experimento del "hombre nuevo", desafortunadamente, ha sido efectivo en algunos cuantos que son los que hoy, incluso, critican a esta gran nación viviendo en ella y disfrutando de la libertad y la democracia que nunca tuvieron, y que tampoco tuvieron los pantalones --o las sayas-- para criticar en la Isla al Tirano que los sometió desde que nacieron. Quieren hacer de este tema de las medidas un caso parecido al de Elián González, el niño balsero que no dejaron ser libre para convertirlo en un trofeo del vejete. Un niño que jamás tuvo la oportunidad de hablar con su padre y su familia en Miami a solas para determinar su futuro. El total control del régimen castrista en los propios Estados Unidos fue bochornoso para un gobierno "clintoniano" y cobarde que hasta el abogado le prestó para su defensa. Eso no deberíamos olvidarlo jamás.

La estrategia del régimen cubano, que utiliza a sus hombres "sembrados" en el exilio es bien simple, están tratando de hacernos ver como los trogloditas que nos comemos a los comunistas crudos. Pero no fue este exilio el que paró a hombres y mujeres delante de los paredones de fusilamientos, ni masacró a nadie, ni ametralló y hundió la lancha del río Canímar, mucho menos el remolcador "13 de Marzo", ni entró a la embajada de México hace apenas dos años con la anuencia del gobierno azteca a sacar a patadas a jóvenes que habían gritado "Abajo Fidel" desde sus azoteas. No fueron los que encarcelaron a cientos de miles de cubanos por estos 45 años de Tiranía, mucho menos los que torturaron y vejaron.. No les gritaron "escoria", ni fueron los culpables que dos niñas murieran en Cayo Perro tratando de alcanzar la libertad. No fue este exilio quien quemó vivo a Tondique en las lomas guerrilleraa, ni reconcentró a miles de campesinos a cientos de kilómetros de sus tierras. Tampoco es culpable de la locura de una mujer llamada "La Niña del Escambray" que lo perdió todo en una lucha desigual contra la Tiranía. Ni siquiera es culpable de que el pueblo de la Isla no comiera malanga, a pesar de lo que dijera el dictador cuando no era vejete aún. Ni que tampoco haya azúcar en un país que la producía al por mayor. Mucho menos es culpable de que exista la risible tarjeta de racionamiento, ni que los niños cubanos pidan limosnas, y que luego de gritar "Seremos como el Ché" en la escuela, griten luego que quieren ser extranjeros para tener derechos que ahora se les niegan.

Las medidas molestan a quienes han lucrado con el dolor familiar y a su vez han apoyado --y apoyan-- al desgobierno del vejete con tenis. Duele porque les estrechan la tubería por donde millones de dólares íban directamente a sus bolsillos --y a las arcas castristas-- por supuesto. Molesta porque se les acabó la pachanga y las clases de salsa dirigidas por universidades en Estados Unidos.

Se les acabó la "recholata" a los llamados intelectuales que viajaban con licencias especiales pagado por el régimen. Se acabaron los viajecitos en lanchas turísticas a la Marina Hemingway, uno de los focos más grandes de "jineteras" en La Habana autorizadas por el régimen. Se acabó el turismo sexual donde por un par de dólares se acostaban con niñas de 13 y 14 años ayudando al mantenimiento de una corrupción ya avanzada. Ahora tendrán que someterse a la Ley porque, si no tuvieron el valor de enfrentar al vejete con tenis, no creo que lo tengan para violar las regulaciones. Vivir en libertad no significa vivir en libertinaje.

Y las familias que realmente visitan a los suyos en la Isla, tendrán la oportunidad de hacerlo cada tres años. Si no se puede llegar a la conciencia de la gente para que entienda la realidad de esa Cuba encarcelada, hay que hacerlo con leyes. El egoísmo de "mi familia" se acaba también, porque todas las familias, todas, tienen también derecho a tener, y para tener hay que lograr primero la independencia de la Tiranía, la libertad y la soberanía del pueblo cubano completo.

No podemos ayudar a sostenerse el mismo apartheid que criticamos. No podemos aliarnos con el verdugo para crear clases sociales por encima de otras. Es bien sencillo. Si queremos que Cuba sea libre debemos hacer que se logren las medidas y dejarnos de sentimentalismos que a nada llevan. Los llanticos y pataleos hay que dejárselos a los voceros de Castro en Miami, "que para eso les pagan".


*Ex prisionera política cubana.

Fuente: La Nueva Cuba