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Raúl y la lucha contra la corrupción
Por Jorge Hernández Fonseca

En los momentos actuales, que asistimos a la muerte política de Fidel Castro (anunciada por el líder del mayor partido de la izquierda latinoamericana, Lula da Silva, en un lapsus creativo) donde la deteriorada salud física del dictador cubano es políticamente secundaria (basta escuchar la sarta de sandeces que habló en su último video “salvando a la humanidad”, desde una Cuba literalmente en harapos) se hace necesario un análisis que profundice en la situación objetiva del sufrido pueblo de la isla y sus peligrosas perspectivas inmediatas.

Se configuran ahora dos contextos explosivos en el panorama político cubano: Por un lado, los deseos imparables de cambios en el seno de la sociedad cubana, exhausta por 48 años de férrea dictadura, en momentos que el dictador llega a sus finales de manera irreversible; y por otro lado, las ansias de continuidad de un proceso sucesorio, dentro de un grupo de poder que ve en este panorama la forma de consolidar una futura dictadura militar, a cualquier precio.

Históricamente --y en sistemas totalitarios como el socialista cubano– la ambición siempre fue preservar el poder a toda costa y a todo costo. El ejemplo histórico más acabado lo tenemos en la China comunista de Mao, en la época que la decrepitud se apoderó del dictador chino, aspecto que se reedita peligrosamente ahora en el panorama cubano. ¿Se repetirá a historia?

Existe en la reciente Cuba de Raúl y estimulado por su flamante equipo de mando, un ambiente propicio al ‘pase de cuentas’. No se trata de la conocida vigilancia y represión a la oposición política disidente dentro de la isla. Se trata de explotar el sentimiento de trauma que el pueblo cubano acumula con el socialismo fidelista, desviándolo hacia los problemas prácticos que agobian la población, iniciando una campaña hipócrita contra la corrupción (propia del socialismo-carestía) erigiéndose en jueces de lo secundario, para desviar el verdadero foco: el fracaso total del sistema implantado en la isla, padre verdadero de la corrupción reinante.

Una situación muy similar afrontó la China comunista cuando Mao entró en decadencia y un grupo de auxiliares inescrupulosos, la famosa “Banda de los Cuatro” (que incluyó --como sucede ahora en Cuba-- a jóvenes ambiciosos y oportunistas) iniciando la mal llamada “revolución cultural” (de cultura no hubo nada) que no fue otra cosa que un ajuste de cuentas dentro de las filas comunistas, aduciendo como en la Cuba de hoy, el flagelo de la corrupción.

Se trata de un peligro real, que el mundo externo no podría evitar y ni siquiera el decrépito dictador podría frenar por su capacidad irreversiblemente disminuida en la actualidad, todo lo cual pudiera provocar un trauma de incalculables consecuencias para el sufrido pueblo cubano, al final de un largo camino de carestías y arbitrariedades, sólo por ambición de poder personal.

No se trata de la también probable guerra civil entre diferentes facciones, ni la tan cacareada “invasión americana”, que nunca llega. Es la manera de esparcir el miedo dentro de la población civil cubana, con el pretexto adicional de culpar a terceros de responsabilidades que nadie como Fidel y Raúl tienen, evadiendo sus culpas y crímenes contra su propio pueblo.

En momentos que una élite ambiciosa erige una falsa bandera contra la corrupción, cuando en realidad con sus armas protege sus verdaderas causas --porque el poder de las armas que Raúl y sus generales representan es lo que les permite dirigir el país-- lo que realmente deberían aquellos hombres dignos que están dentro de las filas del ejército, es colocar en un avión hacia Corea de Norte a los hermanos Castro, para iniciar la reconciliación nacional.

El peligro de la estrategia raulista es grave para la oposición interna, que seguramente sufrirá las consecuencias de la hipócrita lucha contra la corrupción. Sólo la solidaridad internacional, o el posible patriotismo de los cuerpos armados de la isla detendrá la mano de los generales de Raúl a la muerte de Fidel, o durante su cercana etapa final de pérdida de conciencia.

Ya son dos ministros los apartados por razones poco claras, más un grupo de funcionarios de alto nivel, todos víctimas del plan en marcha, para el asalto a las riendas del poder político, legitimado por la convulsión que causaría un ajuste de cuentas falso, tomando la corrupción como pretexto para la consolidación de un “prestigio” artificial y forzosamente adquirido.

La situación excede el análisis político tradicional, y tiene como centro el grado de indefensión que el pueblo cubano tiene ante la dictadura que lo oprime, poniendo de relieve la falsedad del argumento tradicional de los hermanos Castro, que justifican la dictadura que mantienen contra su pueblo, como siendo derivada del diferendo histórico Cuba-EUA, en momentos que no es muy clara la posición del gobierno norteamericano ante las pretensiones raulistas.

Sólo un entendimiento entre la oposición interna y el exilio, entre la Europa democrática y Estados Unidos y entre los polos de la izquierda opositora y la derecha democrática cubana (todo con muy pocas probabilidades) sería la solución real con vistas a presionar de conjunto por una salida democrática para los cubanos, exhaustos por casi medio siglo de totalitarismo.

Fuente:www.cubalibredigital.com
Brasil, 30 de Octubre de 2006.