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Artículos
Intransigencia.
Por Orlando Fondevila
En los tiempos recientes el régimen castrista lleva a cabo, incrementada,
una sorda acción de terrorismo de estado. Nada nuevo en 46 años de poder
totalitario. Es su naturaleza. Es lo habitual en un régimen de terror.
Pero con el añadido de que ahora Castro y su séquito de obsecuentes
comisarios están nerviosos y al mismo tiempo ensoberbecidos. Nerviosos
porque cada vez son más claras las señales de su caducidad histórica, de
su fracaso, del deterioro galopante de su credibilidad, del peligroso (para
el régimen)cansancio de la población. Pareciera que estuviéramos cerca
de una situación límite. Por eso el nerviosismo del régimen. Y por eso
proyectan su miedo en acciones de violencia represiva hacia quienes se
atreven a desafiarle. Pretenden aterrorizar a quienes ya saben que son,
al menos potencialmente, sus enemigos; es decir, toda la población.
Porque ya las argucias han perdido su antigua eficacia. El engañoso
capital simbólico se halla tan derruido como derruido se halla todo el
país. Las viejas promesas de un Paraíso han resultado tan evidentemente
burdas que sólo provocan una mezcla de burla e ira. Y el trueque de la
promesa de un Paraíso por promesas menores de ollas eléctricas o
chocolatín, resulta grotesco e irritante.
Pero al mismo tiempo, en aparente paradoja, el régimen se muestra
ensoberbecido. Tampoco es nuevo, la soberbia es igualmente parte de su
naturaleza. En este momento esta es, al menos para los más avisados, una
soberbia para la galería. Me explico. El régimen intenta vender la
imagen de que se siente fuerte, lo que no es más que un recurso
psicológico para defenderse de su propio miedo. Castro y su pandilla
quieren creer y quieren hacer creer que se encuentran en una situación
fortalecida. Propagan la ilusión de que el respaldo de China y el de
Venezuela constituye el punto de inflexión para salir del pantano en que
se hunden sin remedio. Respaldo que en todo caso quedará muy lejos de
los enormes recursos que por décadas recibieron de la desaparecida Unión
soviética, con el resultado final que está a la vista de todos. Su
soberbia es el disfraz de su miedo.
Su soberbia y su miedo, en las actuales e inéditas condiciones, les está
conduciendo por una espiral de acción –reacción de violencia que puede
hacer estallar al régimen. Intentan desesperadamente liquidar a la
oposición interna o al menos neutralizarla. Buscan, con las mañas de
siempre, con calculada ambigüedad, utilizar a los tontos (o
sinvergüenzas) útiles de siempre para ganar tiempo. La trampa ahora es
que si se tiene paciencia habrá posibilidades de avanzar mediante algún
tipo de diálogo, que no es otra cosa que un cebo para tranquilizar
conciencias cómplices, o para seducir a disminuidos psíquicos. ¿Diálogo
con la oposición encarcelada o acorralada? ¿Diálogo para el cual el
régimen dicta previamente las condiciones y a priori declara que no va a
ceder en nada que afecte su poder totalitario? ¿Diálogo con los
interlocutores que escoja el régimen? ¿Diálogo para blindar la sucesión?
¿Jugar el juego de una imposible sucesión a la china? No, aunque a
algunos les parezca retórica extemporánea y manoseen tramposamente
supuestas contradicciones generacionales, no podemos traicionar tanto
sufrimiento y tantos que han muerto por la libertad verdadera.
Castro y su pandilla, en su miedo y su soberbia son sin duda peligrosos.
En su miedo y su soberbia están dispuestos a todo. Exhiben una
intolerancia delirante y articulan un minucioso programa para el empleo
de la violencia. Y entonces, inauditamente acusan a quienes se le oponen
de intransigentes. Y lo más asombroso, algunos desde la otra orilla se
hacen portavoces del mensaje. Hay quienes incluso denuncian la
intransigencia opositora como equivalente a la vesania del régimen.
Ambas actitudes, dicen, son igualmente dañinas y responsables. Ambas
son, para algunas mentalidades arcangélicas, como las dos caras de la
misma moneda.
Les provoca espanto la violencia que pudiera sobrevenir,
como si fuera posible un espanto mayor que el que vive la sociedad
oprimida por el totalitarismo. Se recrean en buscar analogías espurias e
imposibles con otras transiciones. Dañan, ellos sí, el mensaje claro y
firme que se debe enviar a la tiranía, a Castro y sus secuaces. Sueñan
estos falsarios aprendices de Ghandi, con la colaboración decisiva en un
futuro in tempore de secretos y sólo por ellos conocidos “reformistas” y
“moderados” en las estructuras del poder castrista. Les ofrecen todo el
tiempo de la eternidad para que se den a conocer. Y por supuesto, todos
serán perdonados, porque en el corazón del hombre nuevo no caben la
venganza y el odio. Mientras tanto, que los objetos del perdón, del
borrón y cuenta nueva, continúen, ellos sí, ejercitando la venganza, el
odio y la violencia. Por ahora, y por tiempo indeterminado, nada de
embargos, de presiones, de frases ofensivas para con la tiranía. Por
ahora, y por tiempo indeterminado, que los muertos permanezcan bien
muertos, y que los presos se estén tranquilos. Y que los opositores se
porten bien para no provocar al régimen y así evitar el ir a parar a la
cárcel. Tranquilos, que todo llegará. Hay que tener fe en las calendas
griegas.
Pues no. Bendita sea la intransigencia por la libertad. Bienvenida sea
toda política de acoso y de aislamiento de la tiranía. Bienllegada la
solidaridad de Estados Unidos. Y aborrecida la política cómplice y
pusilánime de tantos otros.
El único camino posible es el de la intransigencia
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