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Castro tiene oposición e iglesia.
Por Orlando Fondevila

Sin duda, Castro prepara su sucesión. Al menos esos son sus planes. A regañadientes e impelido por las circunstancias, Castro prepara aceleradamente su sucesión. Las líneas maestras están ya perfectamente diseñadas. Vuelta al control férreo de la economía bajo las seguras y enrojecidas manos de los militares -empresarios. Desmantelamiento de la oposición interna mediante el terror, la cárcel o el exilio (nada nuevo). Agentes bien ubicados en el exterior para sembrar la confusión y liquidar al exilio militante, para lo que cuenta, incluso, con estaciones de radio en Miami, algunos empresarios cubanoamericanos cómplices, politiquillos oportunistas y un pequeño pero bien amaestrado rebañito de académicos.

Pero la guinda espectacular del plan, la consumación perfecta de esta perfomance político –totalitaria es la presentación al público de una oposición y una iglesia hechas a la mayor gloria del Comandante. Sí señor, el régimen cuenta con su propia oposición, ejercida por ese heroico político que se llama Eloy Gutiérrez Menoyo. Y el régimen tiene iglesia; bueno, mejor dicho, tiene dos iglesias, o tal vez tres. La primera es el Partido Comunista de Cuba, que continuará siendo la iglesia principal, la rectora y orientadora de las otras. Las otras son la iglesia del ilustrísimo Cardenal Ortega y sus Obispos, y los sectores de las denominaciones cristianas excelsamente representados por el pastor Raúl Suárez y algunos más.

El régimen prepara su gran golpe de efecto. Tolerará, oficialmente, a la “oposición”, quiero decir, a la oposición oficial, a su oposición. Menoyo, “inflado” convenientemente en los últimos tiempos, se apresta a encabezar la oposición oficial a Castro. Ya, asumiendo su rol, ha estado representando a esa oposición en el XXXVI Congreso del PSOE. En sus declaraciones públicas se ha dedicado, sobre todo, a denigrar a la verdadera oposición tanto dentro de Cuba como en el exilio. Todos no son más, ha afirmado sin rubor, que unos colaboradores del perverso yanqui. Y los yanquis no quieren otra cosa que rendir por hambre al pueblo cubano para después robarles el país (nadie puede a ciencia cierta saber para qué quieren los yanquis esa ruina). Según este insigne y valiente “opositor”, solo él es independiente. Por eso el régimen le ha dejado (¿o enviado?) al Congreso. Él representa el diálogo amable. Por supuesto, todos los adoradores de Castro han saltado de alegría. Están más que contentos con este opositor que habla de que en Cuba se observa flexibilización y que no habla de otra cosa que de diálogo. Ni una palabra para los presos. Ni una palabra para la represión. Ni una palabra para la absoluta falta de libertades y derechos. Mucho diálogo, mucha reconciliación pacífica, mucho antiimperialismo. Como se comprenderá, su discurso suena muy bien a todos aquellos que por clara simpatía o por aliviar sus conciencias andan siempre a la búsqueda de pretextos justificativos y salvadores para Castro. Muy pronto veremos a Menoyo en la plena consumación de su papel. Puede que alguno más le acompañe. Castro tendrá su propia oposición. Puede que hasta la lleve al “parlamento”. Al tiempo.

Pero para que la estrategia de la sucesión sea completa, el régimen quiere tener su propia iglesia. Se trata de un sueño acariciado por todos los totalitarios que en el mundo han sido. Iglesias “nacionales” o dóciles. Para ello Castro cuenta con la inestimable ayuda de ese portento de cobardía que es el Cardenal Jaime Ortega y Alamino. La verdad es que la historia de la iglesia católica cubana no ha sido nunca para alabar. Siempre, como excusa, enarbolan los nombres del Padre Varela o de Luz y Caballero. Pero la verdad es que la iglesia, durante nuestras luchas por la independencia estuvo más bien al lado del sostenimiento del poder colonial. En la etapa negra del castrismo, ni por asomo ha sabido estar a la altura de otras iglesias en situaciones más o menos parecidas. Ni han sido como los polacos, ni han defendido los pastores a sus ovejas con la vehemencia con que sí lo hicieron en Centroamérica, por ejemplo. Ahora se nos aparecen nuestros obispos muy preocupados por las recientes medidas económicas y políticas del Gobierno de los Estados Unidos contra el régimen.. Denuncian con contundencia “esta injusta situación de bloqueo... que hace más difícil la búsqueda del desarrollo”, sobre todo, explican, “en un momento en que se necesita paz, diálogo, reconciliación, unión y esperanza”. Además, nuestros ilustres pastores consideran “inaceptable que el futuro de Cuba sea diseñado a base de exclusiones y menos aún de intervenciones concebidas por un gobierno extranjero”. Si no estamos ante una suprema pastoral del cinismo, que venga Dios (nunca mejor dicho) y lo vea.

Nos pueden decir nuestros beatísimos obispos de qué búsqueda de desarrollo nos hablan. Nos pueden decir dónde han estado en más de cuatro décadas de fusilamientos, de odios (incluso a la los creyentes), de cientos de miles de encarcelados, de excluidos. Dónde estaban nuestras ilustrísimas en los más de 30 años en que los soviéticos eran los hacedores de la política en Cuba. Nos pueden decir cómo quieren dialogar con quienes a semejante propuesta responden con una patada. No, nuestros eminentísimos obispos, en su permanente cobardía y rendición, nada tienen que decirnos. Los cubanos sabemos que no podemos contar con ellos, como no hemos podido contar nunca. Allá ellos con su suicidio como pastores.

Castro ya tiene a su oposición oficial y a su iglesia domesticada. Los cubanos creyentes lo seguirán siendo, pero al modo en que Martí afirmaba serlo “sólo y simplemente cristiano”. La libertad la conseguiremos, como conseguimos antes la independencia, a pesar entonces de los autonomistas y hoy de los Menoyos, y a pesar, antes y ahora, de la Iglesia.