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La ideología en el mundo de hoy. Castrismo e ideología.
Por: Orlando Fondevila.

La tentación teórica de que las ideologías han sido superadas y trascendidas por el desarrollo científico técnico, en especial por el vasto mundo abierto por la revolución de la información, data ya de algunas décadas. Desde El advenimiento de la sociedad postindustrial, del sociólogo norteamericano Daniel Bell, pasando entre otros por J.K. Galbraith, Bzrezinski y el japonés Joneji Masuda, hasta La netocracia. El nuevo poder en la red y la vida después del capitalismo, de los suecos Jan Soderqvist y Alexander Bard, mucho se ha andado en esta ilusión teórica. Si un presumido cientista y cabal ideólogo como Marx llamaba a la ideología “conciencia falsa”, es decir, ilusión, aquí estaríamos ante una ilusión de la ilusión. Miedo a la ideología. Ideología vergonzante. Temblor ideológico que ante el espejo no quiere reconocerse.

Es innecesario recordar, en didáctica para neófitos, el origen del enfrentamiento ideológico que, con las modificaciones que el andar de la historia ha ido marcando, se extiende hasta nuestros días. Aunque no tenga la misma connotación que la que tuvo en la Asamblea Francesa, o en Octubre del 1917, eso que convencionalmente hemos denominado izquierda y derecha permanece ahí, modificado si se quiere, o no, ante nosotros. Negarlo, como resultado de apresuradas lecturas o de buenos deseos, o de deslumbramiento ante lo novedoso, o de afán intelectual por encontrar la síntesis salvadora, es por supuesto legítimo ejercicio de razón que siempre aporta elementos a tener en cuenta, pero que en este caso, según mi apreciación, nos puede conducir a un alejamiento de lo que es evidente. Lo novedoso, ya se sabe, por muy llamativo que nos parezca, no siempre es lo mejor. Y, además, si le hurgamos convenientemente, muchas veces nos damos cuenta de que no es tan nuevo. Repito, la búsqueda de terceras vías y los intentos de trascender o alcanzar síntesis entre capitalismo y socialismo, entre las clásicas (aunque constantemente reformadas) posiciones revolucionarias – a veces matizadas, pero no siempre- y liberales en el entendimiento de la sociedad, han sido best sellers reiterados y fugaces en el último medio siglo.

Discutamos pues, entre nosotros, ¿por qué no? Con quien no hay nada que discutir es con los enemigos de la libertad, porque como afirmara el dramaturgo norteamericano William R. Inge, “Los enemigos de la libertad no discuten; gritan y disparan”.

Desgraciadamente son muchos hoy mismo los que gritan y disparan. O gritan mientras preparan condiciones para disparar. O practican novedosas maneras de disparar. ¿Puede alguien no verlos?

Desgraciadamente hoy mismo, en este mundo nuestro de las redes informáticas y de la globalización, en esta sociedad que algunos gustan en llamar postindustrial o postmoderna, en este mundo post Muro de Berlín la libertad continúa enfrentando desafíos. Y en estos desafíos a la libertad está implicada la izquierda (¿por qué vamos a discutirle el nombre que a sí mismos se dan?). No se trata de maniqueísmos, sino de evidencias. Por supuesto que la izquierda es varia y que hay una izquierda, digamos moderna, que participa de las reglas del juego democrático y que acepta la economía de mercado como fundamento de las relaciones económicas, sin que por ello haya perdido sus señas de identidad (1). Pero junto a ella hay otra izquierda resabiosa, entrampada en sus antiguos dogmas, o buscándose otros nuevos, que está presente en el Foro Social Mundial, en el de Sao Pablo y en toda la red de movimientos antiglobalización, por ahora, enfatizo por ahora, no muy bien estructurados. Y están los Partidos Comunistas, o marxistas -leninistas que no se han reciclado, que no han renunciado al Manifiesto Comunista y a Lenin (por ejemplo, en España), aunque se acomoden tácticamente a las reglas del juego, sobre todo porque, de momento, no tienen otra opción. Es la misma estrategia que practicaron en las sociedades occidentales en los tiempos del New Deal y después en la Guerra Fría. Con algunas excepciones, claro, por ejemplo en Latinoamérica bajo la influencia de Castro. O en Asia y África.

Esa izquierda que llamo resabiosa, resentida o irredenta, existe y se está reagrupando. No dispone de un centro organizador poderoso como en tiempos de la fenecida URSS, pero está ahí. Grita y a veces dispara, es ferozmente anticapitalista y antisistema, tiene como estrategia la revuelta y la provocación del caos, se afinca en las sociedades fracasadas, o desestructuradas, o enfermas crónicas precisamente de populismo, corrupción y antiliberalismo. El llamado tercer mundo es su escenario propiciatorio. Pero también encuentran espacios en las prósperas sociedades occidentales, tal vez enfermas de éxito. Al mismo tiempo, está la otra izquierda, la moderna y evolucionada, pero que siente cierta nostalgia por sus orígenes y de vez en vez vuelve a ellos en un ejercicio de reafirmación. Por eso con frecuencia es débil y cede espacios, también intelectuales, al gran enemigo de Occidente: el fundamentalismo islámico. Aunque ciertamente repudia sus métodos (que también les afectan), comparte con los Ayatollah y talibanes de ese mundo el mismo odio a Estados Unidos y al capitalismo, de forma más o menos disimulada.

Irak, el conflicto israelo-palestino y Cuba vienen a servir de, como suele decirse, prueba del algodón. En el tema de Irak la izquierda radical apuesta por la derrota de Estados Unidos. Y también en Afganistán. Cegada por su odio son claros aliados de la locura político-terrorista- religiosa del Islam. No importa que Ayatollas y talibanes nada tengan que ver con la izquierda. El odio consigue extraños compañeros de cama. Esto es así con la izquierda que grita y/o dispara. La otra, la moderna y democrática, confusa, le hace el juego. En las manifestaciones marchan cogiditos de la mano. En cuanto al conflicto israelo-palestino, con distinta gradación de tono, ambos lados de la izquierda son francamente pro-palestinos. Es decir, pro-terroristas. Basta observar la política de toda la izquierda, sea europea o de otros confines. Basta leer la prensa de esta orientación ideológica. Basta ver los improperios de que hacen objeto a cualquier líder israelí (el único gobierno democrático de la región, que incluye a parlamentarios árabes) y la delicadeza con que son tratados los más despreciables terroristas. Al sanguinario jefe de los terroristas de Hamas, le llamaban con embeleso “líder espiritual de Hamas”.

Esta izquierda existe, se reconoce a sí misma como tal, independientemente de que algunos teóricos cierren los ojos y no quieran verlo

Pero, además, la izquierda tiene una concepción del hombre y de la sociedad que le identifica y le distingue de la concepción liberal o de derecha. Y también, concedo, de centro izquierda y centro derecha. Sí es importante el papel que cada quien asigna al Estado. Sí es verdad que unos creen más en lo público y en esa abstracción que llaman “lo colectivo”, mientras otros confían más en el individuo, en la iniciativa privada y en el mercado. Sí es verdad que unos entienden la libertad como algo que corresponde a ese concepto abstracto de pueblo, mientras otros creen que la libertad tiene que ser de los individuos, porque no puede haber libertad del pueblo si los individuos no son libres. Y esto refiriéndome a quienes se ubican a ambos lados del centro, porque la izquierda resabiosa e irredenta lleva la barca al seguro hundimiento a babor. No continúo, porque no pretendo hacer un tratado teórico, por demás de asuntos bien conocidos.

¿Es que alguien puede negar estas realidades? ¿Es mentira que existe y actúa en este mundo de hoy el Foro Social Mundial y el de Sao Pablo? ¿Es mentira que existen partidos comunistas dogmáticos y actuantes? ¿Es mentira que existe y es poderosa una izquierda moderada, que no obstante comparte muchas políticas con sus parientes que gritan y/o disparan? ¿Es mentira que existen Corea del Norte, Cuba, Chávez, las tenebrosas guerrillas de las FAR y del ELN, Evo Morales, la ETA marxista –leninista, Sri Lanka, las dictaduras terroristas del BAAS socialista en varios países árabes, Zimbawe y muchos más? ¿y con todos los afeites del caso, no existe China?
¿Es mentira que existe y es poderosa una izquierda moderada, que no obstante comparte muchas políticas con sus parientes que gritan y/o disparan? Y todo esto qué es sino izquierda pura y dura.

¿Y cuba? Cuba es símbolo y referente de toda la izquierda, cuando menos en América Latina. Y ha sido y es centro subversivo de la izquierda que grita y/o dispara en A. Latina. ¿Y quiénes han apoyado y continúan apoyando hasta hoy por la mañana al horror castrista? ¿Acaso la izquierda moderada no ha apoyado y sigue apoyando a Castro. El moderado Lula ¿no apoya aunque sea ladinamente a Castro? ¿y Kirchner? ¿Y los socialistas chilenos, uruguayos y de cualquier otro rincón de América Latina, ¿no se opusieron incluso a algo tan mantequilloso como la Resolución de Ginebra? Y cuando recientemente el Parlamento Europeo aprobó una declaración exigiendo al régimen cubano la excarcelación de los disidentes presos, ¿no votaron en contra los socialistas e izquierda unida –los verdes? Todo esto es la gran familia de la izquierda que respalda, cómo no, a uno de sus más insignes parientes.

Pues sí, la disputa entre izquierda y derecha no ha sido borrada por la globalización en marcha, ni por los espectaculares avances en las redes de la información.

Es más, algunas de estas teorías tienen un claro sabor de izquierda, eso sí, de la moderada. En su artículo “La política postindustrial en crisis: ni derecha ni izquierda”, publicado en La Nueva Cuba, el autor escribe: “¿Cabe un cambio de entendimiento de la economía basado en la explotación de las personas para (sic) un entendimiento basado en la colaboración entre las personas? En mi opinión la respuesta es claramente afirmativa.” Me pregunto si no estamos aquí ante uno de los grandes mitos de la izquierda.

Vayamos al caso cubano. A la larga y extenuante lucha de los cubanos por recuperar su libertad. En esta lucha participan cubanos con diferentes opiniones. Los hay socialdemócratas, es decir, de izquierda, los hay demócrata cristianos y los hay liberales y conservadores, es decir, ubicados a la derecha. Curiosamente, los que son de izquierda sí lo reconocen sin ambages, al tiempo que los de derecha eluden calificarse.¿No parece obvio? Pero examinemos las confluencias y divergencias. Existe un punto en el cual no existe debate: la necesidad de terminar con la espantosa situación de opresión y miseria en la que se halla sumida la sociedad cubana. Fuera de este acuerdo, sin duda básico, en todo lo demás hay disentimiento. Y por mucho que nos parezca, o que sea efectivamente relevante el punto de unión, el resto de asuntos en discusión no es de poca monta. No hay acuerdo ni en el camino a seguir (aunque haya consenso en la vía pacífica) ni en cual es la sociedad post que se quiere. La izquierda insiste –con mayor énfasis mientras más a la izquierda- en el diálogo sin presiones para conseguir del régimen la buena voluntad de las pequeñas concesiones. A la izquierda, que así se autodenomina sin tapujos, le preocupa salvar lo que de “positivo” considera se ha alcanzado en estos años, es decir, cree que hay que respetar los supuestos “logros”. La derecha innombrada cree en el valor de la firmeza y de las presiones, así como en la ruptura con todo lo que esencialmente ha significado el régimen, aunque exactamente esto no signifique exactamente tábula rasa. Estos últimos probablemente estén menos contaminados, es una opinión, por las ideas inducidas por tantos años, además de por los datos que aportan las experiencias de otras transiciones en Europa del Este, más exitosas cuanto más rupturistas. Y sobre todo no olvidan l naturaleza izquierdista del régimen, de quienes le aplauden y de quines le hacen algún que otro guiño.
En fin, estos son los términos del debate. ¿hay izquierda y derecha en la oposición cubana? Por supuesto que sí, como en todo el mundo. ¿Es extemporáneo el debate? Por supuesto que no. Posiblemente de qué tesis se imponga depende el futuro.

Todo lo demás es teoría de salón y agradable tema para soleadas tertulias.