|
|
Artículos
Cuba y el maravilloso mundo de la izquierda.
Por Orlando Fondevila
Ni estamos ante el fin de la historia como nos anunciara un apresurado y
entusiasta Fukuyama, ni ante el fin de las ideologías. El marxismo que
aupara a la praxis a categoría definitoria de la verdad y que resultó
finalmente desbancado por esa misma praxis, no ha sin embargo muerto del
todo. Se ha escondido, metamorfoseado y subsumido en infinitos fantasmas.
Subyace, agazapado, detrás de la heteróclita izquierda de nuestros días.
Una abigarrada familia con un tronco común, más o menos aceptado. Con
algunos de sus miembros renegando de los otros. A veces con disputas más
o menos fuertes de familia que pueden llevar a enfrentamientos. Pero con
lazos de sangre que no podemos obviar.
Por supuesto que hoy como ayer continúan las diferencias ideológicas
entre la derecha y la izquierda, aunque a muchos guste más llamarles, a
modo de exorcismo, centro-derecha y centro izquierda. Por supuesto que
ambas posiciones ideológicas son legítimas siempre que se desempeñen
dentro de lo que se ha dado en llamar las reglas del juego democrático.
Continúan vivas, más o menos actualizadas, las opciones conservadoras y
liberales por un lado, y las socialdemócratas por otro. Y también, no
podemos olvidarlo, las radicales de izquierda o derecha. Sobre todo las
de izquierda, que pese al interés de algunos por desestimarlas, para
nada son marginales y que forman incuestionables alianzas con las
fuerzas más oscuras de nuestra época.
Entendámonos. Continúa legítimamente la discusión de si es el Estado o
si es el mercado quienes deben tener más poder. Si es mejor un Estado
grande y paternalista o si es mejor un Estado pequeño en el que los
ciudadanos en libertad se ocupen más de sí mismos. En el medio, muchas
variantes. Debate legítimo, insisto, siempre que ninguna opción pretenda
imponerse por la fuerza.
Ahora bien, nuestra preocupación primera es Cuba. En Cuba existe una
dictadura totalitaria de izquierda desde hace cuarenta y cinco años. Esa
dictadura ha podido sostenerse, entre otras cosas porque ha contado y
cuenta con grandes aliados. Sin dudas, mientras la izquierda totalitaria
fue poder en la desaparecida URSS y en Europa del Este, allí encontró
Castro sus principales aliados. Pero no sólo. Los otros miembros de la
heteróclita familia de la izquierda también fueron y continúan siendo
sus aliados, o al menos le trataron y le tratan con más o menos
aceptación o displicencia. Me aburre un poco volver una y otra vez sobre
este asunto, pero es que hay quienes insisten una y otra vez en negar la
evidencia, en nombre de su declarada o no ideología de izquierda. Todos
tenemos ideología, pero no debemos permitir, por honestidad intelectual,
que la misma nos lleve a vetar la verdad.
Lo siento. No es nada personal. Pero tengo nuevamente que rebatir al
intelectual cubano Rafael Rojas. Una y otra vez, con escasas variaciones
argumentales e idéntica intención, artículo tras artículo en el Nuevo
Herald, en Encuentro en la red y en el diario español El País, Rojas nos
quiere hacer pasar gato por liebre. En El País (12 de abril de 2004)
publica “Cuba y la izquierda Iberoamericana”. A Rojas se le ve muy
motivado después de la inesperada y cuando menos confusa victoria
electoral de Rodríguez Zapatero y el PSOE. Se le ve saltar de alegría
ante el avance de la izquierda en Iberoamérica. Derrocha ilusión
vaticinando que “En los dos próximos años, la mayoría de los gobiernos
iberoamericanos podría estar encabezada por gobiernos de izquierda”. No
pierde ocasión para apuntillar a Estados Unidos (ese
Gran-responsable-de-todos-los-males-de-la-tierra) y escribe, como quien
no quiere las cosas, “Este giro a la izquierda, muy lejos de esa alarma
que cunde en un Departamento de Estado por momentos aferrado a la
bipolaridad ideológica de la guerra fría, será decisivo para la
consolidación de la democracia en la región”. Seguidamente nos dice que
esos gobiernos de izquierda “arropados por una plena legitimidad
democrática y comprometidos con una crítica inteligente del modelo
liberal, podrían acelerar la inserción de la izquierda Latinoamericana
en el proceso de afianzamiento del Estado de Derecho”. Como en el camino
se encuentra a Hugo Chávez y a Evo Morales, los desestima de un plumazo
porque son “casos marginales”.
Muy bien. Efectivamente, tanto Zapatero en España como Lula y Kirchner
en Brasil y Argentina gozan de legitimidad democrática. También puede
ser que otros candidatos de Rojas como Eduardo Garzón en Colombia, o
Andrés Manuel López Obrador en Méjico u otros políticos en Chile o Perú
alcancen el poder y lo ejerzan con legitimidad democrática. Repito,
lleguen al poder y lo EJERZAN democráticamente. Porque también el
“marginal” (de caso marginal nada) Chávez llegó al poder
democráticamente. Muy bien, pero los que han estado, están en el poder o
lo alcancen y lo ejerzan democráticamente y no sean de izquierdas, ¿no
son legítimos también? ¿Si los gobiernos no son de la orientación
ideológica de Rojas, ¿no son legítimos? ¿si los que gobiernan no son de
izquierda, no se consolida el proceso democrático en la región?¿no es
legítimo el consenso que puedan alcanzar con respecto a la dictadura
cubana? Rojas puede tener las preferencias que quiera, como los demás
podemos tener las nuestras, de acuerdo con las opciones ideológicas de
cada uno. Mas, a los cubanos lo que nos importa es la actitud política
que tengan esos partidos o gobernantes en relación con el cambio hacia
la libertad y la democracia en Cuba.
En todo caso Rojas cree que “la emergencia de una nueva izquierda
democrática en Iberoamérica tendrá un efecto saludable sobre la
transición cubana”. A pesar, piensa, que podría haber tensiones entre la
nueva izquierda iberoamericana “y una segunda Administración de George
W.Bush que sea tan unilateral como la primera, o un Gobierno de John
Kerry que no se despegue un poco del lobby cubanoamericano”. (La verdad
es que, y Rojas lo sabe, en Estados Unidos y en toda Iberamérica hay dos
lobbys, uno pro castro y otro anti Castro. En Estados Unidos hasta ahora
ha predominado el anti Castro, mientras que en toda Iberamérica
predomina el pro Castro. Incluyendo, ahora, presumiblemente a España).
Pero a Rojas el lobby que no le gusta es el anti Castro. Esto podría
figurar, según Rojas, como una “manzana de la discordia entre
estrategias punitivas y persuasivas”, que es lo que desea, cree Rojas,
Fidel Castro. Por el contrario, la izquierdización de Iberoamérica y una
actitud de no confrontación por parte de Washington (es Washington el
que confronta) podría devenir en un “consenso de avanzar hacia la
democratización de la Isla por la vía del diálogo crítico y la
negociación diplomática”. Vamos a ver, pero ¿de verdad Rojas se cree
esto? ¿Diálogo y negociación diplomática con Castro o con sus talibanes?
¿Diálogo y negociación diplomática normal, como entre amigos, sin
presiones? ¿Alguien puede creer en esto?
Además, ¿alguien puede esperar semejante consenso de la izquierda
latinoamericana? ¿Existe alguna señal que lo confirme por parte de los
gobiernos de Lula o de Kirchner? Las señales hasta ahora conocidas ¿no
van por el camino opuesto? Por favor, el creer de Rojas es mucho creer.
Rojas dice más, dice que esto es lo que quiere la oposición interna
cubana. En primer lugar, Rojas ignora a la oposición cubana en el exilio,
que es un factor nada desdeñable y sin el cual casi sería impensable la
propia existencia de la heroica oposición interna. Pero, además, ¿quiénes
son para Rojas “la oposición interna”? ¿Cómo puede Rojas meter a la
oposición interna en un único bloque con idénticas opiniones? Oscar
Elías Biscet, Marta Beatriz Roque, René Gómez Manzano, Félix Bonne y
cientos de activistas cubanos, tanto en las cárceles como en la
resistencia en las calles de Cuba, ¿piensan como Rojas? Y el pueblo
cubano, ¿cómo sabe Rojas lo que piensa? El propio Osvaldo Payá ¿se
decanta también por la opción de izquierda para toda A. Latina (otra
cosa es que no hable de esto por conveniencia política) como factor
coadyuvante del cambio?
No. De lo que se trata en realidad es de defender la opción ideológica
de izquierda (admisible) y de paso justificar la existencia de Castro (que
es de la familia) y su valor “simbólico”, aunque se admitan algunos
desvaríos. Se trata de la política del apaciguamiento, del no molestar
al régimen, de incluso colaborar con él y de paso hacerle alguna que
otra crítica. Levantar el embargo, no faltaba más. Muchos turistas a
Cuba. Muchos negocios en Cuba para que, a cambio, Castro y sus talibanes
permitan sonrientes algún que otro señalamiento, eso sí muy comedido.
Mucho intercambio de delegaciones científicas y culturales para
divertirse entre todos desbarrando contra el neoliberalismo, el
imperialismo y la globalización. De vez en cuando algún gesto, por
ejemplo, tal vez, liberar a algunos presos. Eso sí, sin garantías de que
no puedan volver a ser encarcelados si continúan con su labor de “mercenarios”.
Todo un hermoso talante, mucha tolerancia (con el régimen), mucho
diálogo, hasta el final de los tiempos.
Termina el artículo que comentamos con la siguiente conclusión: “La
nueva izquierda democrática iberoamericana es la fuerza internacional
que con mayor legitimidad y eficacia puede impulsar diplomáticamente esa
transición cubana”.
Rojas quiere vendernos gato por liebre. Quiere vendernos de contrabando
su propia ideología. Quiere persuadirnos de un mundo maravilloso, el
mundo del reino de la izquierda. El mismo mundo al que pertenecen, y no
marginalmente, Castro, Chávez, los amigos de Lula y de Kirchner, los
amigos de Zapatero. El mismo mundo de esa heteróclita izquierda
ferozmente anti- americana o pusilánime ante los grandes desafíos de la
libertad. Esa misma izquierda que sonríe, volteando la cabeza, ante la
agresividad insensata de Castro (a la que muchos no se atreven o no
pueden, aunque la compartan). La misma izquierda a la que para nada le
importa la suerte de los cubanos.
|
|