|
|
Carta abierta:
Carta abierta a los obispos católicos de Cuba y a su representante el
cardenal ortega.
Señor Jaime Ortega:
Espero que mi presentación refresque un poco sus recuerdos:
Soy Eduardo Vidal Franco, uno de aquellos jóvenes que participó en un
reunión informal en la Catedral Santiaguera, a finales de la década de
los 80, donde usted promovía el ENEC (Encuentro Nacional Eclesial Cubano),
arropado por la euforia de sus resultados. Usted llegó algo tarde a la
cita en un coche de lujo del que no se bajó hasta que chofer le abrió la
puerta.
Recuerdo que en el debate, ante el reclamo de los jóvenes de espacios de
libertad, su respuesta- escurridiza-, fue salirse por la tangente
aludiendo al ENEC y su comparación con el Espirito Santo. Desde entonces,
los caminos seguidos por usted y la mayoría del pueblo cubano han tomado
diferentes direcciones; así vemos que mientras miles de compatriotas
viven entre rejas, penurias, torturas, destierros y pérdidas importantes
de sus seres queridos en la lejanía impuesta, usted ha ido ganando una
posición cada vez más alta con las prebendas que se destacan en un país
como el nuestro: múltiples viajes al extranjero ( a veces por motivos
estrictamente personales); relaciones directas con la cúpula del poder;
la ausencia de hambre en su mesa; su elección al Colegio Cardenalicio;
muñidor de la visita de Juan Pablo Segundo, e incluso, en su momento,
llegando a formar parte de las quinielas del sucesor de Pedro…
Hoy, 6 de agosto del 2006, una vez más, se convierte en desertor de la
verdad al aliarse con los cómplices de la autoridad gobernante
pidiéndole a sus fieles que recen por un asesino; por el verdugo que,
durante 47 años, ha mutilado a los pobres de Cuba y en sus finales- con
toda la maldad que le caracteriza-, traspasa su totalitarismo a Raúl, su
hermano y clon dentro del Crimen-castrismo.
Hoy, una vez más, usted le pide a las víctimas que renuncien a sus
derechos de reclamar justicia frente a los tiranos, al tratar de
trasmitirles el mensaje de que no tienen otras expectativas, más que las
de aceptar los designios de quienes los oprimen.
Hoy, una vez más, usted intenta escamotearles a los cubanos católicos el
don de la Libertad, proclamando un falso sentido humanitario que nunca
ha sido capaz de hacer público frente a los que han sufrido y sufren por
causa de las vilezas y abusos de los que ostentan el poder en la isla;
por el contrario, usted, por una vía o por otra, dentro de sus dominios
ha tratado de silenciar a los que desde sus humildes tribunas no quieren
ocultar la triste realidad que vive el pueblo.
Hoy, una vez más, usted se erige defensor de la supuesta Paz Social que
enarbolan los dictadores con la fuerza de la represión, y esto, señor
Ortega, es dar cobertura legal a quienes le han ofrecido banquetes
mientras el menos protegido de sus compatriotas, se debate en la soledad
de una celda por alzar su voz por todos. Aún quedan muchos cubanos
sumidos en la extrema pobreza; enfermos- fuera y dentro de las cárceles-,
sin atención médica elemental para que usted y parte de su plantilla
cometan el absurdo de disfrutar de los ágapes del responsable de tanto
horror.
Hoy, una vez más, usted ha optado desde su condición de inmunidad en el
Castro-comunismo, por la postura fácil: la que le permite recibir a los
jerarcas del sistema- como Ricardo Alarcón, que expresó cuanto le
honraba tener un amigo papable-, así como a los selectos miembros de la
Empresa que dirige, los privilegios de atención médica en el exterior de
Cuba, mientras les espera a miles de sus conciudadanos una muerte segura
por falta de medios. Yo no se a usted, pero desde luego a la decencia le
ofendería que hombres como Ricardo Alarcón, expresen ante el mundo
sentirse honrados por tener un amigo Papable, y ese supuesto amigo,
conociendo de primera mano lo que se esconde “detrás de la fachada”,
calle y con su silencio otorgue la reciprocidad de dicha amistad.
Pero hoy, una vez más, usted ha decidido seguir cooperando con la diaria
inyección anestésica al pueblo cubano para que no se disparen los ánimos
de lucha por la luz de la democracia y la libertad. Claro, usted no
tiene nada que ofrecernos porque rinde tributos al César caribeño;
porque los humildes cubanos desconocen sus frecuentes viajes al
extranjero, y cómo protesta en Miami cuando le tratan como un simple
mortal; porque usted, permítame, sabrá mucho de argumentaciones
católicas pero no ha vivido- ni siquiera de cerca- el sufrimiento y la
soledad de los valientes, desde el mismo momento en el que decidió dejar
de ser testimonio del cubano de a pie.
Sr. Don Jaime Ortega- ciudadano de primera en un país tercermundista-,
Cardenal Ortega, lo que no desea para Usted y sus allegados, no lo apoye
para sus semejantes. Todavía está a tiempo. Recuerde el catecismo de sus
primeros años: la verdad nos hace libres y nada hay entre el cielo y la
tierra que no se conozca. Los años pasarán y, por mucho que disimule, se
esconda, manipule o se deje llevar, la realidad de hoy se hará pública
algún día.
No soy nadie para juzgar su conciencia ante Dios; mis palabras apelan a
mi conciencia ciudadana, cívica y patriota; a la libertad que me asiste
para expresar mis sentimientos en letras; a mis raíces cubanas, a mi
honor y a mis deseos de ver cumplido los sueños de una Cuba libre. Tenga
por seguro que hubiera preferido trasmitirle personalmente mi total
inconformidad con su postura a nombre de la institución que representa;
si no ha sido así, es gracias a quien usted llama su Presidente, y a
quien yo califico de Asesino. Si hoy no estamos debatiendo en las calles
su mensaje escrito para ser leído en las parroquias cubanas, se debe a
mi condición de desterrado, al exilio forzado y excluyente al que
someten los dictadores como Castro a los que intentamos ser coherentes y
predicar con la palabra y la acción, rechazando la aceptación y los
premios de los victimarios- que no muestran ni el más mínimo
arrepentimiento por sus atropellos-, y por encima de los calificativos
de “extremistas” o “conflictivos” que hombres, como usted, manejan en su
vocabulario contra una parte de la oposición.
El perdón parte de Dios y luego, es algo personal que compete a las
víctimas. Así como al futuro gobierno de Cuba se le exigirá Justicia y
no Venganza, es hora de que todos los cubanos, incluyéndole a usted,
pidamos perdón por no querer oír los lamentos de injusticia; por mirar a
otro lado cuando no somos los perjudicados, por callarnos y dejar que el
miedo nos reduzca a “borregos”, por esas cotidianas muestras de
indiferencia y egoísmo que nos sirven de escudo para sobrevivir, pero se
convierte en inútil para encontrar la paz y mirarnos al espejo a solas.
Es hora de ser valientes y empezar confesando nuestros fallos, el
reconocimiento de los errores acumulados, la necesidad de enmendarnos
con nuestro testimonio.
Mientras usted, Cardenal, pide por el asesino, muchos de los que
deseamos una Cuba sin mártires ni torturados, rogamos la ayuda de Dios
para la liberación de todos los presos políticos y los injustamente
encarcelados, incluyendo su misericordia para los criminales
arrepentidos.
La Libertad, repito, es un don que por ley merecemos los cubanos. Desde
ella, si así lo cree necesario, estoy a su disposición.
Dr. Eduardo Vidal Franco
Exprisionero de conciencia cubano
Presidente de la Asociación Cubanos por la Libertad.
España, 6 de agosto del 2006.
*Dr. Eduardo Vidal Franco, Ex –prisionero de
conciencia cubano, Presidente de la Asociación “Cubanos por la Libertad”
Menorca, 6 de agosto del 2006.
|
|