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Artículos
“Juntarnos es la palabra de orden”
Por César Alarcón y Huber Matos Araluce
Acerca de los planteamientos a un régimen totalitario.
La declaración:”Juntarnos es la palabra de orden”, firmada por conocidos
miembros de la disidencia en la isla, invita a “los demócratas cubanos”
a opinar públicamente acerca de su contenido con la aspiración de que
pueda convertirse en “instrumento de base para el cambio en nuestro país”.
El documento indica que ese intercambio de criterios “nos pondrá en
mejores condiciones de, juntos, plantear nuestras demandas al gobierno
totalitarista y de explicar al mundo, a qué aspiramos los pacíficos
luchadores por la democracia en Cuba.”
Entre otros aspectos, el documento propone como algo fundamental
plantear demandas al gobierno totalitario. La historia demuestra que es
inútil hacer planteamientos a un régimen totalitario. Ese camino genera
falsas expectativas y nos conduce al fracaso. Para el marxismo-leninismo
la relación con los enemigos de clase está bien definida: se les debe
destruir. Marx creyó que la entelequia bautizada como la dictadura del
proletariado sería responsable de eliminar a la oposición. Lenin se dio
cuenta de que la dictadura tenía que ser del Partido Comunista contra
toda la sociedad, y a este responsabilizó con la tarea de liquidar a la
oposición. Sin duda, el Partido aniquiló a la oposición, incluso a
Trotsky.
Además, se transformó en el implacablemente explotador de la clase
trabajadora anulando sus posibilidades de demandas. En el proceso, el
Partido se convierte en instrumento y víctima del dictador de turno. La
secuencia de una premisa falsa a una conclusión errónea. Plantear
demandas a un sistema totalitario no pasa la prueba del más ligero
análisis lógico e histórico.
Los sistemas totalitarios son por definición dogmáticos y represivos. A
Stalin no se le podían plantear demandas y hasta los sospechosos de
deslealtad fueron destruidos sin consideración ni piedad. Tampoco los
judíos pudieron presentar demandas a Hitler. Las casi cinco décadas de
castrismo demuestran que quienes han disentido de Castro terminan presos
o exiliados. En el mejor de los casos, acosados y perseguidos por las
turbas oficialistas. Sin que olvidemos a los fusilados, a los vilmente
asesinados tratando de huir de Cuba y a los que han sido eliminados en
silencio. Nuestros presos políticos plantados han denunciado siempre la
perfidia y la hipocresía de la dictadura castrista en su trato con la
oposición, rechazo que han pagado con ejemplar heroísmo.
Desde el momento en que escogemos como parte de nuestra estrategia
plantear demandas al castrismo, estamos haciéndole creer al pueblo
cubano que tal curso de acción tiene posibilidades. Tal política implica
la premisa de que en Castro hay una posibilidad de comprensión. Es como
si fuera un dictador totalitario diferente, por lo que podemos hacerle
planteamientos. La deducción consciente o subconsciente es que se le
hacen demandas porque las escucha, si las escucha pudiera rectificar,
incluso dialogar y hasta negociar. Si la experiencia ha demostrado
ampliamente todo lo contrario, ya que no escucha, no rectifica, no
dialoga y no negocia, sino que se impone por el terror, ¿por qué
arriesgarnos a que el pueblo y la comunidad internacional crean en
falsas expectativas producto de nuestra ausencia de rigor lógico y del
desconocimiento de cuatro décadas de mentiras y abusos?
Ese camino puede llevar a los cubanos a interpretar acciones tácticas de
la dictadura como si fueran respuestas a nuestras demandas cuando en
realidad nada más que serían cambios de dirección circunstanciales, cuyo
único propósito es fortalecerse para luego volver a la represión y a la
intolerancia. Siempre que Castro ha parecido hacer rectificaciones en el
terreno económico o ha simulado dar espacios en el aspecto político,
después ha retrocedido brutalmente.
El más reciente ejemplo es cuando, con toda alevosía, quiso dar
argumentos al gobierno de Zapatero para que lograra en la Unión Europea
una flexibilización de la política de presión a su régimen, lo que
España llamó un retorno al “diálogo constructivo”. Castro permitió
actividades en Cuba que hicieron declarar al ministro de Asuntos
Exteriores y de Cooperación de España Miguel Ángel Moratinos que: "tendremos
un consenso europeo y que avanzaremos en el proceso de democratización
en Cuba, que mejoraremos la situación de los Derechos Humanos y que
permitiremos que los congresos de disidentes se puedan celebrar como el
último de Beatriz Roque". ¿Qué sucedió? Una vez que la UE fue desarmada,
regresó la represión en Cuba y la disidencia ha sido perseguida y
acosada sin tregua.
Sabemos que el régimen castrista atraviesa por una grave crisis, lo sabe
el pueblo y lo saben los hombres y mujeres que forman parte de la
estructura de poder actual, y que quieren un cambio porque están
convencidos de que el sistema no tiene presente ni futuro. Para esos
compatriotas nuestro mensaje debe ser preciso: necesitamos la ayuda de
ustedes para que se sumen a la lucha por una democracia auténtica. No
vamos a aceptar un continuismo disfrazado de seudodemocracia. No cometan
el error de aliarse al pasado queriendo poner en práctica una
seudodictadura porque lo único que lograrán será condenarse. Una
verdadera conciliación nacional es la base para construir una democracia
auténtica; pero no se puede confundir la conciliación con un período de
transición fraudulento tanto en sus intenciones como en sus
procedimientos.
Al totalitarismo castrista se le denuncia, y a quienes intenten darle
continuidad también. Los miembros de la Fuerzas Armadas Cubanas y todos
los que hoy forman parte de las estructuras del poder están obligados a
proteger al pueblo cubano y a propiciar un cambio auténtico hacia la
democracia. A nuestros compatriotas firmantes de “Juntarnos es la
palabra de orden” hacemos estos planteamientos con toda sinceridad y
respeto porque entre demócratas las discrepancias fortalecen tanto como
los acuerdos. Esperamos respuesta.
César Alarcón
Huber Matos Araluce
Maryland, EE.UU.
San José, Costa Rica
Noviembre 02, 2005.
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